Los comentarios despectivos que sufrí en el instituto y mis traumas físicos fueron el motivo principal de mi problema de salud mental, un TCA. ¿Por qué no se destinan más recursos, a nivel educativo y sanitario, para prevenir y combatir estos problemas?

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Me llamo Coral, tengo 28 años y soy de Madrid. Desde hace 12 años sufro anorexia nerviosa, un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) del cual, pese al estar estable, aún no me he recuperado al 100%. 

Mi problema comenzó a los 17 años, una etapa en la que sufrí diferentes tipos de acoso en el instituto. A esa edad los niños y niñas somos muy crueles, sobre todo entre mujeres. Las chicas tendemos a criticarnos y envidiarnos en base a unos cánones de belleza impuestos socialmente. 

Durante varios años tuve que hacer frente a diferentes comentarios despectivos acerca de mi físico y mi forma de ser. Todos esos comentarios se clavaron en mí y añadido a traumas físicos que tenía preconcebidos por la ‘presión social’, y una notable obsesión por ser ‘perfecta’, crearon una obsesión en mí misma que hizo que la comida fuese un letal enemigo para mí, por lo que empezó la restricción y , por consiguiente, la supervivencia

A lo largo de estos 12 años he tenido numerosos ingresos por desnutrición, había meses que solo comía fruta. Durante mi estancia en el hospital, siempre en sanidad pública, el tratamiento no fue el más adecuado. Hablamos de ingresos en planta psiquiátricas donde mezclan todo tipo de enfermedades, problemas de salud mental que no se pueden mezclar con los TCA. 

Estuve tres meses sola, la única visita que recibía era la del psiquiatra, no había psicólogos en esa planta. Te pasas todo el día medicada, pero en lo mental y psicológico no te ayudan nada. La frustración y la preocupación hicieron que mis padres recurrieran a la sanidad privada. Tras una semana ingresada en ese centro, donde sí que recibí una atención especializada, nos dijeron que la sociedad a la que pertenecía mi familia no cubría esos gastos y tendríamos que pagar 3.000 euros. Volví a casa y recaí, esa vez estuve a punto de morir. 

Finalmente me aconsejaron acudir a un hospital público, el único en Madrid, que cuenta con una planta especializada en TCA. Fue ahí donde recibí un tratamiento adecuado y pude comenzar mi verdadera recuperación.

Creo que todos los centros hospitalarios de la sanidad pública deberían disponer de plantas y equipos especializados en trastornos de la conducta alimentaria. Estamos hablando de un problema de salud mental que cada día afecta a más jóvenes y que, además, se ha visto incrementado con la proliferación de las redes sociales y el confinamiento por la pandemia de la Covid-19. 

Pero esto no es todo, las instituciones también deben actuar a nivel educativo. Los centros escolares deberían ofrecer herramientas para que las/os alumnas/os sepan afrontar ciertos problemas como son los TCA. Contar con un departamento orientativo para que todas/os puedan acudir en caso de necesitar ayuda. Y no solo en las aulas, también es muy importante formar a las familias, no es normal que una niña con 12 años tenga móvil y haga uso de las redes sociales. Si conseguimos una buena base en prevención, lo demás viene rodado.

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