Pregunta para Congreso de los diputados
Me llamo Edgar y estoy diagnosticado de adicción crónica. He sido tratado como un delincuente y despojado de dignidad. ¡Los adictos no consumimos para estar bien, lo hacemos para no estar mal! ¡Queremos más investigación y menos estigmatización!
Hola. Me llamo Edgar Cordero, tengo 43 años y estoy diagnosticado de adicción crónica a la cocaína, heroína y alcohol desde hace dos décadas.
La adicción es una enfermedad que afecta tanto a la salud mental como a la física. En concreto, la adicción a diferentes sustancias, que es la que padezco.
Empecé a consumir sustancias a los 13 años, siendo consciente del abuso de ello antes de la mayoría de edad. El primer tratamiento lo realicé con 18 años habiendo estado en varios procesos desde entonces, tanto ambulatorios como residenciales.
He realizado tratamientos en centros públicos y privados acompañado de médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales. También he realizado varios programas en ‘Proyecto hombre’, y desde aquí quiero decir que estoy muy agradecido a las personas que me han tratado en estos programas, se han volcado en ayudarme en todos los casos y hacen una labor encomiable.
Hay una gran diferencia entre ambos modelos de atención; el servicio público cuenta con un equipo multidisciplinar formado por profesionales cualificados, y al ser una enfermedad que afecta a todos los aspectos del paciente, ofrecen un servicio integral. Por otro lado, el modelo de ‘Proyecto hombre’, que vuelvo a repetir, cuenta con personas maravillosas, ha quedado obsoleto.
Entiendo que en los 80, cuando se creó, no había el conocimiento de la enfermedad que tenemos ahora y la forma de enfocar el problema, basado en someter al adicto y reprogramarlo. Esto era lo mejor a lo que se podía acceder, pero ya ha quedado anticuado, puesto que es un modelo de intervención basado en la culpabilización del enfermo y el castigo, mediante la aplicación de normas coercitivas que no tienen en cuenta las condiciones particulares ni el contexto del adicto, y cuyo resultado depende de que los usuarios los integren en su vida como dogmas.
Resumiendo, al tratarse de una enfermedad, el enfermo tiene que tener la categoría de paciente y ser tratado por profesionales cualificados en un entorno sanitario, en vez de ser usuarios de un servicio asistencial.
Actualmente llevo tiempo abstinente, lo que me hace sentir muy orgulloso de mí. Lo he logrado con la ayuda de los profesionales del CAD Latina, que han sido quienes me han dado la atención, el apoyo y la confianza necesaria para dejar el consumo y cambiar de vida. También han reforzado mi autoestima sin cuestionar mi personalidad, puesto que, al ser profesionales con formación y cualificación especializada, no necesitan valerse de métodos coercitivos para la consecución de objetivos.
Otra diferencia importante, es que los centros públicos están protegidos por personal de seguridad, lo que impide que en su interior haya tráfico y consumo de sustancias. Además, no cobran en función del número de usuarios que deriven de instituciones penitenciarias o de servicios públicos, lo que se traduce en que todos seamos tratados por igual, al no depender de los ingresos que generemos al centro.
Lo que hay que tener en cuenta es que el abuso de sustancias influye en todos y cada uno de los aspectos de la vida de una persona: La percepción de uno mismo, hábitos cotidianos (alimentación, higiene, descanso, etc), relaciones interpersonales (familia, amigos, trabajo), relación con el entorno, salud física y mental.
Los adictos, principalmente a sustancias, somos el colectivo más estigmatizado y marginado de la sociedad. En primer lugar, aún hay una gran parte de la población que nos considera viciosos, que somos responsables de nuestra enfermedad. Se nos asocia directamente a la delincuencia y a ser un foco de enfermedades, como el VIH o la hepatitis. Causamos miedo y rechazo, lo que supone otro problema añadido.
Esta es una enfermedad de la que no se puede hablar libremente, por el rechazo social que genera. Esto nos hace sentirnos avergonzados por tener una enfermedad de la que no somos responsables. Esto lo quiero puntualizar muy bien; no somos responsables de tener la enfermedad, sí lo somos de ponerle remedio. Pero siempre hay que tener en cuenta que los adictos no consumimos para estar bien, lo hacemos para no estar mal.
He sentido muchas veces como la sociedad miraba para otro lado. He sido tratado como un delincuente y despojado de dignidad. La policía trata a los adictos como basura, te humillan, te avergüenzan en público, etc. No sé la cantidad de veces que me han parado y prácticamente me han desnudado en la calle. Son situaciones muy dolorosas y que emocionalmente me han causado un daño indescriptible.
Me molesta mucho el profundo desconocimiento que hay sobre esta enfermedad. Los juicios de valor, la vergüenza, el rechazo. La asociación directa con la delincuencia, yo no he robado nada a nadie en mi vida.
A pesar de ser una enfermedad reconocida por todas las instituciones médicas, se mantiene la idea general del vicioso, del delincuente, del marginado, de ser indignos de asistencia, de apoyo y de tratamiento.
Por todo lo plasmado, lanzo la siguiente petición al Congreso de los Diputados para que haya más investigación y menos estigmatización para las personas con adicción crónica. ¡Nosotros también queremos NO tener esta enfermedad!
Esta es una enfermedad que tiene un origen genético, nacemos con una predisposición a conductas compulsivas. El Estado tiene la responsabilidad de velar por la salud y bienestar de su población y poner los medios necesarios para ello. Cuando una conducta compulsiva afecta de forma negativa a la vida de una persona, necesita ser tratada por profesionales sanitarios.
Desde luego, la adicción no se resuelve alejando y marginando al adicto, sino destinando recursos al tratamiento de la enfermedad. Además de la necesidad de sensibilizar a la población de que la adicción es una enfermedad que afecta a todos los estratos sociales, por lo que es necesario hablar de ello, eliminar conceptos que se han demostrado que son falsos y perjudiciales, dejar de estigmatizar al adicto para que muchos más se atrevan a reconocer que necesitan tratamiento y puedan acceder a ellos.
Por último, que es un terrible error dejar en manos de organizaciones privadas, como ‘Proyecto Hombre’, la gestión de recursos públicos, como varios CAID´s de la Comunidad de Madrid.
Como usuario de tratamientos de adicciones, he comprobado que los centros públicos, CAD y CAID en la Comunidad de Madrid, funcionan mucho mejor y tienen mejores resultados que organizaciones privadas como ‘Proyecto Hombre’, que también conozco, y pertenece a la Iglesia católica.
‘Proyecto Hombre’, con todo el respeto para las personas que allí trabajan, que tienen un mérito enorme, funciona con un modelo obsoleto y poco efectivo, basado en la culpabilización del enfermo y en el sometimiento de la persona coartando su libertad de pensamiento y acción. Al margen de estar orientados a la obtención de recursos económicos. Como en cualquier otro aspecto, está demostrado que la gestión pública es más eficiente que la privada.
¡Hagamos que esta petición llegue lo más lejos posible para conseguir que las miles de personas en España que convivimos con adicción crónica tengamos una cura para nuestra enfermedad y un futuro lleno de luz alejados de todos los comentarios y vivencias tan desagradables que nos ha tocado vivir!