Me llamo Elena y vivo en Catalunya. A finales de 2013 empecé a padecer irregularidades sobre la menstruación: me podía llegar a durar más de 10 días y tenía perdidas muy abundantes. Debido a lo mencionado, decidí pedir cita con mi ginecólogo para que me revisara. Cuando acudí, me practicaron un seguido de pruebas y el médico ya me indicó que había visto una algo extraño y que podía tratarse de un pólipo, así que decidió practicarme una biopsia.

Aun así, después de dos o tres semanas, me informaron de que tenía un tumor cancerígeno en el útero. El ginecólogo me explicó que el protocolo a seguir a partir de aquel momento estaba definido y que me practicarían una histerectomía. Me derivaron al hospital y después de un mes (me acababan de operar de la vesícula y tenía que recuperarme), entré a quirófano. Entonces llegó otra sorpresa, presentaba metástasis en el peritoneo, hecho que conllevaba que no me intervinieran quirúrgicamente de entrada, sino que necesitara someterme, para empezar, a un tratamiento de quimioterapia.

Me sometí a cuatro sesiones de quimioterapia y luego me practicaron una histerectomía radical. Parecía que con la intervención quirúrgica habían conseguido limpiar toda la zona, pero después de 11 meses y de cuatro sesiones más de quimioterapia posterior a la cirugía, una revisión de control rutinaria sirvió para ver que había aparecido metástasis, de nuevo, en el peritoneo, así que recibí ocho sesiones más de quimioterapia.

La historia relacionada estrictamente con la enfermedad terminó aquí, pero luego empezaron los procesos burocráticos. El problema que existe con los mismos es, a modo de resumen, que tienes que demostrar a la Seguridad Social constantemente que estás enfermo. Durante el proceso de enfermedad recibí una atención de matrícula de honor por parte de todos los profesionales que me trataron, pero los tratamientos a los que tuve que someterme, así como la intervención quirúrgica y la misma enfermedad, me dejaron efectos secundarios limitantes. Entre otras cosas, padezco dolores, tengo afectadas la memoria y la concentración y lidio con episodios de ansiedad y depresión, en parte, provocadas precisamente por la época de post-enfermedad a la que me refiero.

Por culpa de padecer una larga enfermedad me quedé sin trabajo y tengo muy complicado acceder al mercado laboral; por mis limitaciones y porque, aunque es injusto, tengo 47 años y esto es un condicionante. Estoy intentando acceder a ayudas económicas, pero solo encuentro trabas. Según mi experiencia, estas tipologías de procesos burocráticos son incompletos, injustos y muy difícilmente accesibles. En estos momentos sigo tratando algunos de los efectos secundarios mencionados y mi situación no me permite trabajar. No tengo ningún ingreso económico y pienso que falta muchísimo acompañamiento por parte de la administración en este sentido.

Es por todo lo presentado que me dirijo a los políticos del Parlament de Catalunya, ya que son quienes me representan: “Además de mejorar la inversión en investigación, ¿Por qué no se revisa el aspecto en cuestión?”