Pregunta para Congreso de los diputados
Hay que hablar alto y claro sobre salud mental: además de más psicólogos y una mejor atención primaria, se necesitan más campañas de concienciación social. ¡Hagamos algo ya!
Soy Energía Nucelar (Nuce para los amigos), tengo 37 años, soy comunicadora y padezco trastorno de ansiedad y depresión.
En octubre de 2021 ingresé en el hospital con convulsiones y, tras varios días y pruebas, descartaron que fuera algo neurológico y me derivaron a psiquiatría. Me diagnosticaron trastorno de ansiedad y depresión, siendo el detonante un trabajo nuevo estresante donde la frustración era constante, pero en la consulta psiquiátrica me di cuenta de que la llevo padeciendo toda la vida.
Nunca antes había hablado con un especialista de salud mental, por lo que pensaba que todos los síntomas que sufría se debían a que era una persona muy sensible, muy débil. Y me castigaba por ello cargándome de culpa. Así pasaron los años, con mis taquicardias, ahogos y sensación de desmayo. No pedí ayuda y como siempre he sido muy tímida e introvertida nadie se dio cuenta tampoco. A mis veinte años sufrí un ataque mucho más fuerte, y me asusté, así que decidí acudir al médico de cabecera.
Eso fue hace 18 años, y el médico de entonces se limitó a mandarme un tratamiento que me hacía más mal que bien, y abandoné. No me derivó a un especialista ni hizo seguimiento alguno tras aquel episodio, pese a que yo iba regularmente a consulta debido a mis alergias. La atención que recibí entonces fue nefasta, para qué engañarnos, pero en octubre del año pasado pude tener los cuidados que necesitaba en el momento que los necesitaba. Desde el principio me mandaron medicación, para controlar la ansiedad, la depresión y las convulsiones.
Una vez al mes me ve mi psiquiatra y me regula y/o cambia la medicación, ya que dar con el tratamiento y dosis adecuada no es fácil. También me mandaron al psicólogo, pero me advirtieron que iba a tardar, que en la pública están muy saturados y, después de la pandemia, mucho más. Así que busqué una psicóloga privada para que me ayudara a entender mejor qué es lo que tengo y avanzar lo antes posible hacia mi recuperación. Me recomendaron una y dieron en el clavo, una profesional comprensiva, atenta y muy muy práctica. Me di cuenta de lo imprescindible que es la atención psicológica, ya que, sin ella, vives medicada y padeciendo sin saber por qué.
Los que padecemos ansiedad y/o depresión necesitamos herramientas psicológicas para aprender a controlar nuestras emociones, pensamientos y situaciones, porque no controlamos ni nuestro cuerpo ni nuestra mente.
Desde que fui diagnosticada mi vida ha cambiado drásticamente. Mis días son catastróficos, sufro muchos de los efectos secundarios de la medicación y otros propios de mi trastorno. Somnolencia, piernas inquietas, bruxismo, más ansiedad, más depresión, pesadillas todas las noches, mareos, náuseas, llanto incontrolado, sensación de ahogo, taquicardias, hipersensibilidad… Estos son algunos de los muchos síntomas. Dependen del día y de la noche. Mis pesadillas son muy vívidas, tanto, que siento dolor físico, real, y estoy tomando dos tipos de antipsicóticos también.
En total, entre los antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos tomo de media unas 8 pastillas diarias. Vivo con miedo a cómo serán mis días, a cómo serán mis noches, pero si algo me está enseñando la psicología es que no hay que dejar de trabajar en nuestro cuerpo y mente para poder avanzar. Y hay mucho trabajo por hacer. Hay días que simplemente no puedo ni salir de la cama, otros me permiten hacer cosas sencillas como tareas de casa o salir brevemente. He dejado de hacer las cosas que he adorado siempre, como son escribir, hacer fotografías o ver a mis amigas. Con suerte puedo leer algún capítulo de un libro de vez en cuando. Voy despacio, pero sé que estoy progresando.
A veces tengo días mejores, donde me apetece hablar y compartir lo que siento y fue en uno de ellos cuando me lancé y decidí contar mi historia en Twitter. Lo hice para mostrar que la ansiedad no tratada puede tener consecuencias físicas importantes, como me pasó a mí con las convulsiones, y con la intención de que más personas compartieran su testimonio. Y así fue, en pocas horas había cientos de respuestas de usuarios con algún trastorno de salud mental. Historias muy tristes, historias también llenas de esperanza porque se habían recuperado. Pero me di cuenta de que muchos, muchísimos de ellos se quejaban de que no recibían la atención necesaria por parte de la sanidad pública, especialmente la atención psicológica.
Muchos médicos no derivan a especialistas o las listas de espera son eternas. En mi caso, que fui diagnosticada en octubre, me han dado cita para finales de abril. Yo he podido pagarme una psicóloga privada, pero entiendo que no todo el mundo puede. Y hace falta. Necesitamos más psicólogos en la pública. Otra cosa que descubrí es que la gente se siente muy sola, incomprendida e incluso avergonzada por tener ansiedad y/o depresión. Recibí muchos mensajes privados donde me reconocían que no eran capaces de decir su condición de forma pública, ya que su entorno no lo iba a comprender.
La salud mental está muy estigmatizada todavía. Yo misma he recibido comentarios negativos, como que me voy a enganchar a la medicación o que es que no sé relajarme, entre otros. La sociedad no conoce lo que es la ansiedad y/o la depresión y por lo tanto no saben cómo comportarse cuando ven un caso.
Creo firmemente que, además de más psicólogos y una mejor atención primaria por parte de la pública, se necesitan más campañas de concienciación social sobre la salud mental, donde haya información clara y contundente.
En mis hilos de Twitter donde hablo de mi caso se refleja la cantidad de afectados que hay y cuánta falta hace que se les ayude. Buscan apoyo y por parte de la comunidad que se ha creado en esta red social encuentran consuelo, pero no es suficiente como para solucionar este gran problema que tenemos relacionado con la salud mental.
En conclusión, hace falta hablar más y más alto de salud mental. Y más psicólogos, por favor.