Soy Esther y vivo en Tarragona.  Mi situación se remonta al 2020, cuando ya presenciaba ansiedad y bastantes repuntes con la depresión y acudía al psiquiatra privado. A los dos meses, durante la pandemia del Covid-19, este psiquiatra, me diagnosticó TLP.

Con el informe del gabinete psiquiátrico privado me recomendaron trasladarlo a la sanidad pública para que pudieran seguir mi caso en ella. Rápidamente el trato fue nefasto: me establecieron una psicóloga con la que hablaba y realizaba psicoterapias durante una hora. Por mi cuenta, debía tomar una pastilla que en apenas dos semanas me causó engordar hasta 10 kilos y sucedería en un trastorno alimenticio.

Pasado un tiempo, empecé a encontrarme mal y la sanidad de Tarragona tan solo me citaba cada 4-6 meses. La distancia en el tiempo era muy grande y tan solo eran 15-20 minutos lo que duraba cualquier cita corriente. Una situación de la cual necesitaba más tiempo.

Después de ver el funcionamiento de la sanidad, volví a acudir a un psicólogo privado de Argentina y que por lo tanto hablábamos por videollamadas. Tenía un gran currículum, habiendo trabajado en Estados Unidos y 30 años de carrera profesional. Fue otro psiquiatra argentino el que me diagnosticó bipolaridad, depresión y TLP. 

De nuevo, trasladé este informe a la sanidad pública y no lo daban por “válido”. La solución era trasladarme a un centro de día diariamente para encontrar una respuesta a lo que me ocurría. No me prometían que yo saliera de ahí con un diagnóstico. Por lo tanto, rechacé la idea y hoy en día no tengo una respuesta a mi caso. 

Con esta campaña, me gustaría reclamar una concienciación con la salud mental y más investigación para el TLP. Actualmente en Tarragona, y como creo en el resto de España, la situación es pésima. A penas tenemos ayudas, y simplemente nos derivan a medicaciones o pastillas de altas dosis que tienen grandes efectos secundarios y en ocasiones severos.