Quiero pensar que cualquiera que se vea confrontado a responder esta pregunta no podrá responder negativamente. Tanto las condiciones de partida como las capacidades con que nos recibe la vida son consecuencia de coyunturas histórico-políticas contra las que poco solemos podemos hacer. Hay quienes tienen facilidades materiales y/o intelectivas con las que no cuentan otras. Hay quienes están determinados por sus circunstancias sin opción de entrar en la guerra por la existencia, guerra que no debería tener nunca lugar. La sociedad debe ser, como nos lo está mostrando de forma dramática la pandemia, una red de corresponsabilidad solidaria para con todas. Y los medios de vida necesarios son la condición de posibilidad de partida de toda cooperación solidaria, de no ser así, la lucha por la supervivencia conduce necesariamente a la guerra de todos contra todas. 

Durante la II Guerra se pudo constatar empíricamente que la tecnología había avanzado tanto que el trabajo necesario para garantizar la existencia lo realizaban las máquinas, la tecnología, de forma que la mayor parte del sistema productivo de EEUU se dedicó a la Guerra sin que ello pusiera en riesgo la vida del pueblo estadounidense, que conservó sus necesidades satisfechas. 

Con el paso del tiempo y el avance de la ciencia y la tecnología este hecho se hizo tan evidente que el empleo como medio de vida cada vez se hizo más escaso, provocando bolsas de exclusión, autodestrucción y pobreza en todo el orbe. Hoy esto ha llegado al paroxismo de llegar a inventar inmensas cantidades de trabajos innecesarios cuya única función es seguir ocupando a la gente a un horario y una jerarquía. 

Esta lógica, que hasta la pandemia permitía mantener un control social y una paz social suficiente como para poder ocultar el sufrimiento de sus entrañas, con la pandemia ha revelado la más bárbara de sus consecuencias: la desigualdad extrema, la pobreza extrema, el hambre en cualquier rincón del planeta, desde NY, a París, Madrid o Barcelona, hasta los nichos tradicionales del imperialismo del capital.

Nos hallamos en una encrucijada histórica en la que la codicia como motor de la economía y de las relaciones sociales e internacionales nos aboca al caos y la muerte. Y la paradoja es que la supervivencia del capitalismo, de la competición frente a la colaboración, de la indiferencia frente a la solidaridad, de la crueldad frente a la compasión, pasa porque se comparta una pequeña parte del botín para garantizar la existencia de todas, para mantener una paz social que de lo contrario no permitirá la vida de nadie.

Dado que no parece estar en sus manos evitar que l@s peores de entre tod@s se enriquezcan sirviéndose de la desgracia de tod@s, garanticen el derecho a la existencia de tod@s mediante una Renta Básica Universal e Incondicional que amortigüe el sufrimiento y evite espectáculos dantescos como los que se viven hoy en ciudades como San Francisco, donde los coyotes se alimentan de los cuerpos de jóvenes muertos en los parques y que nadie recoge, aunque esto no lo verán en ningún medio; las colas del hambre de Madrid y Barcelona y de tantas otras ciudades; el aumento exponencial de los suicidios asociados más que a la incertidumbre a la seguridad de la pobreza, el hambre y la inseguridad.

Hagan historia, compadézcanse de sus semejantes. 

Gracias.