Soy José Cabal y aunque no sé decir cuando me di cuenta de que era gay,  lo único que sé es que a los 4 años me gustaba un jugador de fútbol muy conocido del Real Madrid y no se lo dije a nadie porque sabía que eso era algo que “no tenía que contar” sin que nadie me lo hubiese indicado expresamente.

Salí del armario con 19 años, pero ya en el instituto me precedía el mote de gay (maricón). Recuerdo que una vez en el colegio, me pusieron la zancadilla en el pasillo y me lanzaron un Actimel al grito de maricón. Este ha sido probablemente el momento más humillante de mi vida.

En otra ocasión me lo gritaron por la calle, a lo que yo respondí “vidente” con tono de vacile, dando a entender que no había que ser muy listo para darse cuenta y que tampoco yo pretendía ocultarlo.

La discriminación directa sigue existiendo en el siglo XXI y me preocupa, pero no dejemos de lado esa discriminación indirecta que no es tan obvia como un insulto, pero que también existe. No podemos permitir que ser del colectivo LGTBIQ+ sea algo voluntariamente respetable.

Soy maestro, y durante una época di clases en un colegio concertado católico donde se me recomendó no manifestar mi orientación sexual. Es un ejemplo de discriminación indirecta que viví, y lo peor era que lo “entendía”, a veces aceptas esta homofobia indirecta porque está interiorizada en la sociedad. También he intentado probar suerte con mi carrera musical y en el camino me he encontrado con obstáculos similares, como sugerencias por parte de productores de no hacer pública mi sexualidad.

En mi opinión, la mejor forma de reaccionar a esta homofobia maquillada es haciendo lo que sientes. Si yo hacía caso a mis productores, mis canciones dejarían de representarme, por eso en mi primer tema llamado “Autodestrucción” expongo mis miedos e inseguridades, pero me atrevo a decir de forma explicita maricón.

Yo creo que para que los derechos LGTBIQ+ avancen, nosotros como protagonistas tenemos que ser lo más abiertos y naturales posibles con nuestra sexualidad. Soy consciente de que cada uno tiene sus tiempos y hay que respetarlos, pero animo a todas las personas homosexuales a ser valientes y no “comprar” argumentos homófobos por miedo, y de ese modo no fomentar esta discriminación.

Ahora doy clase a niños de entre 6 y 7 años, y cuando estos me preguntan si tengo novia, yo les digo la verdad, que tengo novio, y les enseño una foto para mostrarle mi vida tal cual es. Sin tener que jugar a los detectives. Recuerdo que al principio me costaba mucho tener que decirlo, y me engañaba a mí mismo: “¿pero por qué tengo que contar mi vida privada?” Hasta que me contesté: “porque el problema no es tu vida privada José, el problema es que tu pareja se llama Carlos y no Eugenia. No lo cuentas porque es hombre, si fuese mujer lo dirías abiertamente”.

Algunos niños y niñas se siguen sorprendiendo cuando les digo que tengo novio y no novia, lo que demuestra que seguimos viviendo en una sociedad heteronormativa. Desde que somos pequeños quieren que proyectemos una vida en pareja heterosexual, lo que siempre se ha esperado de mí (y de todos) es que tenga una novia e hijos, pero eso no va a pasar. Y aunque ningún padre se ha quejado aún de que yo comparta mi orientación sexual, a veces tengo un poco de miedo, como si lo que estuviera contando fuese malo.

Para mí, la homofobia tiene su origen en la historia y se perpetúa en la educación social, en la educación en casa. El colectivo tenemos la responsabilidad de dar ese paso adelante y mostrarnos, porque si queremos que la gente nos acepte, nos tenemos que aceptar nosotros primero. Con paciencia pero con determinación. Ese es el mensaje que a mí me gusta transmitir y con el que convivo. Nuestra salud mental está en juego. 

Con este testimonio me dirijo al Parlamento de Andalucía para preguntarles, ¿por qué es tan complicado ponerse de acuerdo en algo tan sencillo como la libertad sexual de cada uno? Aún queda mucho camino por recorrer, y lo que no entiendo es que se le dé voz en las instituciones a personas que coartan la libertad de los colectivos  minoritarios; dando a entender que su aceptación como seres humanos y su sentir en la vida es una opción que otros deciden.