Pregunta para Congreso de los diputados

El parón vital provocado por la pandemia me hizo sentir mucha ansiedad. Es más necesario que nunca trabajar la emocionalidad de los más jóvenes, ¿cuándo se dará a la salud mental la importancia que merece?

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Lara Taylor Pregunta de Lara Taylor

Con la pandemia me quedé sin trabajo y perdí todo lo que llevaba tiempo planificando. Sentir que de repente todo lo que estaba haciendo iba a sufrir un parón que no sabía cuándo podría reemprender me provocó mucha ansiedad. Para mí la música lo es todo y esta situación me descuadró por completo. No era la primera vez que experimentaba esta sensación, llevo desde hace cinco años sufriendo periodos de ansiedad muy fuertes, pero no aprendí a gestionarlos hasta que no tuve otra opción. ¿Cuándo se dará a la salud mental y la educación emocional la importancia que merece?

Aunque la pandemia se ha convertido en una etapa oscura para muchos, gracias al confinamiento yo he aprendido a gestionar muchas cosas. Dejé de pensar que mis emociones eran un problema y aprendí a quererlas y saber gestionarlas. A nivel personal me ha servido para reinventarme y darme cuenta de lo fuerte que soy y todo lo que puedo llegar a hacer para superar un problema. También me he encontrado a nivel musical. Cuando todo paro tuve que buscarme la vida para seguir viviendo y empecé a dar clases de canto y a conocer mucho más mi voz y mis posibilidades como artista. 

Creo que la pandemia nos ha afectado a todos, pero también pienso que ha sacado a la luz muchos problemas que hace años que existían. La salud mental de los jóvenes nunca antes había sido visibilizada como ahora. Estoy segura de que todo el mundo, en algún momento ha tenido algún problema psicológico y creo que la mayoría ha sido entre los 14 y los 28 años. Es una edad en la que se vive todo con mayor intensidad, empiezas a relacionarte con el mundo, aparecen cambios físicos importantes y con ello viene los complejos y las inseguridades. Es muy fácil pasar por tramos de ansiedad durante estos periodos de cambio. Por eso creo que es necesario continuar visibilizándolo para poder crear herramientas que nos ayuden a gestionar nuestras emociones. 

La educación emocional es vital. Yo misma desde que empecé a trabajar en esto me siento mejor, más preparada para enfrentarme a los problemas. Por eso creo firmemente que se debería empezar a trabajar desde que somos pequeños. 

Cuando era niña muchos profesores y alumnos me infravaloraron o me tacharon de rara. Yo tenía claro que quería dedicarme a la música y hay quien me decía que no lo lograría nunca. Debería de existir una ética profesional que te impida echar por tierra los sueños de una niña. Se debería de impartir una educación emocional integral en todos los centros escolares. Todo esto va más allá de enseñar ética y moral una vez a la semana, esto va de actitud, del mensaje y la dirección que se dé desde el colegio o instituto.

Es necesario empezar a potenciar los valores y puntos fuertes de cada niño. Actualmente nos encontramos con un sistema educativo en el que nos enseñan todo por igual y pretenden que también aprendamos todos al mismo ritmo. En este sentido, cuando te desvías un poco de la norma te tachan de rara, de problemática y frustran tus sueños e intereses. Si el sistema nos obliga a ser productivos y a seguir los roles marcados por la sociedad, al menos que se nos proporcionen herramientas para poder gestionar esta presión. 

Todavía hay un gran estigma hacia la salud mental. Aún recuerdo la respuesta de mis padres cuando les dije que tenía ansiedad. Me dijeron que no sabían por qué si yo lo tenía todo en la vida, pensaron que estaba exagerando. No les culpo ya que son ideas extendidas socialmente que hacen que creamos que la salud mental es de una categoría inferior. Valoro el esfuerzo que han hecho por comprenderlo y aceptarlo durante los últimos años. Por eso creo que es necesario visibilizar el problema y sobre todo poner medios para la gente que necesita ayuda. Necesitamos que la salud mental se convierta en un eje prioritario dentro de las políticas públicas y los presupuestos generales del Estado. 

Al igual que desde la Seguridad Social se nos ofrecen unas facilidades para tratar nuestra salud física, también se deberían de ofrecer a nivel psicológico. La realidad es que nadie que tenga un sueldo medio en nuestro país puede permitirse pagar un psicólogo privado y esto priva de la atención en salud mental a la mayoría de la población. No puede ser que vayas a urgencias con un ataque de ansiedad y lo único que te ofrezcan sean tranquilizantes. No es lógico que los psicólogos públicos estén desbordados y no se amplíen las plantillas. No podemos seguir tratando problemas como la depresión, el TLP o las ideas suicidas en veinte minutos de terapia una vez cada dos meses. Además de la medicación necesaria en algunos casos, también se necesita una atención psicológica que complemente ese tratamiento. Se deben ofrecer herramientas y guías para que cada uno pueda gestionar las emociones y aprender a entenderse y mejorar.

Desde aquí animo a todo aquel que piense que tiene algún problema o que no se siente bien consigo mismo a que acuda a un especialista. Incluso aquellos que piensen que están bien deberían de ir al psicólogo al menos una vez en la vida ya que todos tenemos problemas y muy pocos nos esforzamos en aprender a gestionarlos emocionalmente.

Quiero que esto llegue al Congreso de los Diputados para que se empiecen a tomar en serio la salud mental de nuestros jóvenes y proporcionen las herramientas necesarias para que todo el mundo pueda acceder a una educación emocional y atención psicológica pública y de calidad.

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