Pregunta para Parlamento de Catalunya
Anu es autista, y sus necesidades escolares no se atienden porque son emocionales y no intelectuales. ¿Por qué no se obliga a los docentes a conocer el espectro y saber cómo crear un vínculo de confianza con el alumno? Su tristeza se invalida
Hay diferentes formas de demostrar el amor, al igual que formas de percibir la vida, y unas no son peores y mejores que otras. Parece fácil de entender, pero es difícil de asimilar cuando esas “formas de expresión” las hacen niñxs con comportamientos juzgados desde la desinformación y la falta de empatía por parte de la sociedad.
Así es como vivimos las familias en el espectro autista, justificándonos constantemente por la actitud de nuestros hijos, bien por falta de visibilidad, de conocimiento o por los estereotipos erróneos que existen y que impiden ver que no hay dos casos de autismo iguales en el mundo.
En nuestra familia, de hecho, tenemos un gran ejemplo de ello con dos de nuestros hijos:
Anu de 9 años, sobre todo “evitativo”. Ya de pequeño estaba absorto en “su mundo”, no tenía ganas de jugar, los parques no le gustaban, no lloraba para nada (ni de bebé para pedir comida). Era un niño súper tranquilo, pero a la vez le molestaba todo: que le cortasen el pelo, las uñas, el ruido, la multitud… y destacaba por el gran vocabulario que usaba, como de adulto. Le encanta escribir, y si el contacto físico no le agrada, muestra su amor dejando notas por la casa o acercándose a ti, aunque sea manteniendo la distancia.
Y luego llegó Lucca de casi 3 años. Él es autista no verbal, y si su hermano es más pasivo, él es todo lo contrario, un culo inquieto que lo investiga todo. Cojo esto, doy un salto por allí, me mojo por allá…, le encanta la música a todo volumen, y al no hablar, su amor lo demuestra con besos y abrazo efusivos hasta el extremo.
Ambos son el Ying y el Yang, pero con una condición en común, que se enfrenta a comentarios hechos desde la desinformación: “ah pero si es listo, no puede ser autista”, su inteligencia no evita que no quiera comunicarse o le dé una crisis en la que necesite tirarse por el suelo. “Pero si está bailando y es simpático, cómo va a ser autista” puede que si le llamas no te haga caso y no quiera socializar contigo. Es decir, no todos los casos pueden encasillarse en el personaje que ha creado la sociedad sobre el autismo. Pero el mayor problema de todos, y por el que lanzo esta petición, es porque estos estereotipos también se encuentran en el sistema educativo, y por ende se implementan erróneamente desde la infancia.
Por ejemplo, Anu salía mal del cole, yo preguntaba cómo estaba en clase, cómo era su comportamiento, y me decían que bien, pero el manifestaba que no estaba cómodo. Asi que con mucha lucha, conseguí que se le hiciese un plan individualizado, pero sin mejoras significativas porque solo se apelaba a las dificultades pedagógicas, a la inteligencia, y Anu no tiene problemas en ese ámbito aunque tenga un diagnóstico TEA. Él lo que necesita es empatía con su entorno escolar, y que le ayuden en la gestión de sus emociones para poder formar parte del grupo (socialización y regulación de estado de ánimos para alcanzar la calma).
Necesitamos dar mayor visibilidad al autismo en las escuelas, porque cada vez se detectan más casos de TEA, y el profesorado no tiene unos conocimientos mínimos de cómo abordar sus comportamientos para conseguir una inclusión de grupo, comenzando por la base fundamental para ellos y para todos: GANARSE SU CONFIANZA, crear un vínculo, y no darle por “perdido” cuando a la mínima que su actitud no actúe bajo la norma.
Con Anu es lo que nos ha sucedido este último curso, se lo ha pasado prácticamente en casa porque en clase no sabían cómo ayudarle y era más sencillo llamarme a los 15 minutos de la entrada al colegio para ir a buscarle: “Está muy nervioso y dice que se quiere marchar, no sabemos qué hacer”.
Lo que le pasaba es que estaba triste, frustrado, incómodo y ante el miedo de lo que pudiese pasar, le hice saber de la situación a su psiquiatra, esta nos derivó a terapia ocupacional, y es ahora en lo que estamos trabajando, para que Anu consiga entrar en clase en septiembre desde la confianza en sí mismo, sabiendo que puede ser autónomo y enfrentarse al miedo de quedarse allí sabiendo que no le va a pasar nada malo.
Nosotros como familia, y él sobre todo, estamos trabajando para acabar con ese bloqueo de no querer ir a la escuela, generado por la acumulación de experiencias negativas que le han hecho sentirse aislado y diferente porque nadie ha intentado crear un vínculo de confianza con él, imprescindible en el autismo.
De aquí la importancia de que la formación en la educación sea constante. Si como tutor, antes de iniciar el curso sabes que tendrás un alumno con un diagnóstico y unas necesidades especiales, es necesario preparar un plan de actuación para llevar a cabo su integración. Entendiendo que un dictamen de autismo no es rígido, porque Anu, no tiene un retraso intelectual, le gusta escribir, pero le cuesta enfrentarse a determinadas normas sociales porque no las percibe como un niñx neurotípico, y como no aparenta tener dificultades a primera vista, no se le presta la atención que requiere.
Si un compañero le hace una broma y se ríe, su percepción hace que se lo tome a mal, y si no gusta el contacto físico y que le miren fijamente a los ojos, siempre tendrá que haber un plan B para aplicar generado desde la empatía y la validación de sus sentimientos. Eso es lo que trabajamos en casa, en terapia, y necesitamos que también se haga desde el centro escolar creando equipo. Sin tirar la toalla a la mínima porque es más fácil juzgarle de malcriado y ya se le pasará.
Anu es un niño con su personalidad. Hermano mayor de 3 pequeños más que van e irán a ese colegio, y que no tienen que verse perjudicados por la falta de atención que están teniendo con él y acabar siendo trasladados a otro centro.
Por nuestro hijo, por el pequeño Lucca que inicia su escolarización, y por todos los niños que vendrán, se necesitan educadores con conocimientos en el espectro autista para mínimo, como tutor, saber entablar una relación de confianza con el niñx, que se sienta cómodo, e independientemente de que luego pueda existir el apoyo.
Entre todos seamos ejemplo de la diversidad para las nuevas generaciones. No todos somos iguales, tenemos diferentes capacidades, y cada una nos ayuda a percibir el mundo a nuestra manera, por ello aprendamos a ver la vida desde la empatía, con amor y sin hacer juicios de valor.