Pregunta para Senado

Sufrí acoso escolar durante 7 años. ¿Cuándo se propondrán soluciones al nivel estatal para terminar con esta plaga?

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Laura Villota Pregunta de Laura Villota

Me llamo Laura, soy médico y vivo en Asturias. Tengo 30 años y durante una gran parte de mi educación fui víctima de acoso escolar. La experiencia ha marcado mi vida, a pesar de todo el daño, me ha hecho más fuerte y asertiva. 

Todo comenzó en el colegio, cuando yo tenía unos ocho años. Mi acosadora estaba en un curso superior al mío y no teníamos relación, ni nos conocíamos de nada. El bullying empezó como empieza siempre: primero los insultos, pequeños empujones a los que el resto de compañeros no respondían, luego las zancadillas en las escaleras. Después pasaron cosas más graves: en el comedor me robaba la comida, al irme a cepillar los dientes me cogía el cepillo y lo pasaba por el wáter… Hubo un momento que consiguió un grupito de matones que la seguirían y estos también me hacía la vida imposible. Cuando tenía diez años, se coló en la garita donde la bedel guardaba las llaves y cogió una del despacho donde estaba el sistema de megafonía y anunció a toda la escuela que era lesbiana. Estaba en el recreo y todo el mundo se giró a mirarme. Me sentí acorralada, a pesar de no tener a nadie al lado, no sabía adónde ir, si salir corriendo. 

En ese momento mi director había llamado a mi madre y le había enviado una carta relatando lo sucedido. En casa me echaron la culpa por no contarlo antes. A ella le expulsaron, pero cuando los profesores me preguntaron sobre la situación yo me negué a decir nada, tenía demasiado miedo.

Lo peor comenzó con las amenazas más serias. Me decía que me iba a cortar con una navaja, que iba a encontrar a mi hermana (que estaba en el mismo colegio pero unos cursos más abajo. Una vez entró en el baño mientras yo estaba en unos cubículos, cogió la lejía que había dejado la limpiadora por ahí y me la echó por encima. Mientras lo hacía no paraba de llamarme asquerosa, podrida, inútil, que era una niñata que le iba a los profes con el cuento. Las palizas eran lo más fuerte. Me respetaban la cara pero tenía moretones por todo el cuerpo. Llegué a usar leotardos durante el verano para ocultar las heridas que tenía en las piernas. 

En mi caso, ni los profesores ni mi familia descubrieron nada hasta que cumplí los 15 años. Siempre fui muy aplicada, así que el acoso no se reflejaba en mis notas, seguía haciendo las tareas de casa y actuaba “normal”. Pero en el momento de tener que pedir plaza en Bachiller, tuve que contarlo todo. Yo quería ir a un centro de la zona, donde también estaba mi acosadora. A mí me gustaba mucho ese colegio y quería ir, pero sabía que no podía hacer Bachiller con ella. Así que en el momento de entregar los papeles para la matrícula, se lo conté a mis padres. Se quedaron con una cara de que no se lo podían creer, que era un historia demasiado terrorífica como para ser verdad y que ellos no se hubiesen dado cuenta. Acabamos contándole la situación al director del nuevo centro, que ya conocía a mi acosadora y los problemas que traía. Ese verano fui a una psicóloga, que me dio los mecanismos necesarios para poder afrontar mi situación y darme más confianza conmigo misma y poder atender a las clases del instituto. 

Mi historia es similar a la de muchas otras personas. Ahora con 30 años soy una persona segura de mi misma, que no aceptaría la presión psicológica de antaño, pero muchos niños de ahora no tienen esos recursos. Como médico en urgencias cada vez veo más menores que llegan a consulta con episodios depresivos o suicidas ocasionados por el acoso escolar. Lo que antes nosotros ni se nos pasaba por la cabeza, ahora esta generación lo está llevando a cabo porque no pueden más. La historia de cómo pude llevar todo esto la he contado también en mi Instagram : @gijo.nuda .
 

Se necesita un cambio cambio en los protocolos de bullying y en las consecuencias para los acosadores. Los centros necesitan prestar más atención, tiene que haber vigilancia a las salidas y entradas, igual que en los pasillos. Se necesitan psicólogas y enfermeras escolares que estén entrenadas para estos casos, que sepan ver las señales e intervengan antes. Sin embargo antes de todo esto se necesitan datos y conocer la realidad de los centros. 

Por todo esto, quiero pedirle a los miembros del Senado que se haga un estudio a nivel nacional sobre la concienciación sobre el acoso escolar, su incidencia en los colegios y soluciones que se les pueden dar a las víctimas. Reconozco que es difícil, pero esta es una campaña en la que no les podemos fallar a nuestros niños, ni les podemos exponer al dolor que ocasiona el acoso escolar. Tenemos que luchar por corregir la situación y que no haya más historias como la mía. 

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