Nada que ocultar, y mucho menos mi nombre
Gracias por tu pregunta, Yamileth!
Desde que anuncié que me postulaba para encabezar el proyecto Catalunya Sí Que es Pot de cara a las próximas elecciones del 27-S, un buen número de personas se ha interesado por saber por qué uso habitualmente el nombre de Lluís Rabell –y no mi nombre completo, que es Josep Lluís Franco i Rabell. Alguien me ha preguntado incluso si se trataba de «borrar» de alguna manera el apellido del padre. En absoluto.
En realidad, nunca he sentido la necesidad de ocultar nada. (Ni tampoco sé demasiado bien cómo hubiera podido hacerlo: mi vida, en el ámbito profesional como en el asociativo, ha sido pública desde hace muchos años). No. Franco es un honesto apellido judío español. Antes de que un siniestro dictador trajera el oprobio ante la conciencia democrática de la humanidad, linajes de rabinos, de hombres y mujeres sabias, de comerciantes y artesanos han esparcido este nombre durante siglos, desde la vieja Sefarad hasta los confines del antiguo Imperio Otomano, desde Sarajevo a Salónica, desde Estambul hasta Alejandría y Orán. Hay, por lo tanto, más motivos de orgullo que de vergüenza; más fascinación ante la vorágine de la Historia que evoca este nombre que razones para desairarlo.
Las cosas son más sencillas. Hace más de treinta años que empecé a firmar artículos, contribuciones a debates políticos, traducciones, etc… con el nombre de mi padre y el apellido de mi madre. Poco a poco he acabado siendo conocido como Lluís Rabell en el mundo activista. La razón de esta elección sí que tiene, por el contrario, un sentido, y tiene que ver con una relación muy especial, a lo largo de mi niñez y adolescencia, con mi abuelo materno, Joan Rabell, a quien debo mis convicciones más profundas.
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Batu zaitez Osoigora