Soy Lorena y hace 17 años, un 24 de septiembre del 2003, fecha que jamás se me olvidará, me diagnosticaron una leucemia linfoblástica aguda.

Por aquel entonces tenía 11 años y, por supuesto, ese nombre me sonaba a chino. En el hospital de La Paz donde estaba ingresada me dieron un libro llamado “La ardilla Colasa te cuenta lo que te pasa” y te contaba que había unos soldaditos que atacaban a otros y que había una medicación de por medio que se comía a todos y que también se comía el pelo y otras cosas. 

Normalmente para el tratamiento de la leucemia te ingresan durante un mes. Yo estuve ingresada tres meses seguidos porque me salió una bacteria en la pierna que hizo que me tuviesen que inducir un coma. Estuve muy malita ingresada durante 12 días en la UCI. Fue una recuperación muy larga y muy costosa.

Después de volver a casa pude continuar con el colegio desde casa. El tipo de quimioterapia que recibí en aquella época era para adultos y era muy fuerte. Los médicos se preocuparon por mi a nivel neurológico siempre que iba a consulta, me preguntaban si se me daban bien los estudios, si me relacionaba con mis compañeros, pero yo nunca he tenido ningún problema.  

A día de hoy habiendo pasado ya 17 años y dada de alta en el 2015, estoy totalmente sana y feliz. De echo, aunque mis familiares consideren esa época como la peor de su vida, el cáncer me ha aportado muchas cosas buenas. Todo lo que he aprendido no lo cambiaría por nada en el mundo, porque es una lección de vida enorme.

Quiero utilizar esta plataforma para pedirle a los políticos que utilicen más recursos en la investigación del cáncer infantil, en especial de la leucemia que es el cáncer más común en niños. Muchos niños no tienen la suerte que tuve y los tratamientos habituales no les funcionan, no les curan y tienen que recurrir a ensayos y tratamientos privados que no todos pueden permitirse. Todos los niños deben tener la oportunidad de curarse de un cáncer y vivir como pude hacerlo yo.