Mi nombre es Lorena, tengo 29 años y debido a mi Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) he perdido 40 kilos en dos años. Creo que todavía existe mucha desinformación en cuanto a las enfermedades de salud mental, en especial sobre los TCA. Socialmente se siguen relacionando únicamente con un perfil concreto y se desconocen las pautas para poder prevenirlos y, en caso de que ya sea tarde, saber identificarlos y tratarlos. ¿Cuándo se iniciarán campañas de concienciación?

Cuando empecé con el TCA ni siquiera sabía qué era lo que me estaba pasando. Desconocía completamente esta enfermedad, más allá de la imagen de la chica delgada que padece anorexia y la que se pega grandes atracones de comida y después vomita porque tiene bulimia. No sabía que existían diferentes tipos de anorexia o bulimia y muchos otros Trastornos de la Conducta Alimentaria. 

Todo comenzó cuando fui al nutricionista por orden de mi ginecólogo para que me plantease una dieta más sana con la que poder mejorar los desarreglos menstruales. A partir de entonces empecé a comer menos grasas y a perder mucho peso en poco tiempo. Mi salud era buena, de hecho, incluso era mejor. Pero hubo un momento en el que mi relación con la comida cambió por completo hasta volverse tóxica.

Me obsesioné con las calorías que tenía cada alimento y empecé a no tolerar las grasas. Un día vomité, pensaba que algo me había sentado mal, pero acabó convirtiéndose en costumbre. El poder de la mente es tal, que hay ocasiones en las que ni siquiera me tengo que forzar el vómito, sino que me convenzo de que no me encuentro bien y sale solo. 

Encontré el límite un viernes en el que fui a trabajar a la residencia como de costumbre y de repente me di cuenta de que no había comido nada sólido desde el lunes. Me alimentaba a base de café, agua y suero.  La situación era insostenible, llegué al punto de desmayarme en el trabajo y ahí mi entorno entendió que algo grave pasaba. 

Mi diagnóstico ha sido Bulimia Nerviosa con principios de Anorexia. No estoy en los huesos ni me pego atracones para vomitar, simplemente me da pánico comer cualquier cosa, desde una sopa hasta un trozo de carne. Actualmente me encuentro en una fase de recuperación. Por suerte, mi entorno ha sabido sobrellevarlo muy bien, pero soy consciente de que todavía hay mucho desconocimiento en general.

Cada vez son más las niñas y niños pequeños que veo cuando voy a terapia. Creo que las redes sociales son un gran potencial de este tipo de enfermedades y cada vez se accede más pronto a ellas. Yo incluso llegué a quitármelas durante un tiempo porque no dejaba de compararme con modelos o influencers que suben fotos retocadas sobre sus vidas ejemplares y cuerpos perfectos. Nada de lo que vemos allí es real, todo es falso y esto puede hacer mucho daño. 

Ver vídeos de chicas muy delgadas que comen todos los días comida basura puede ser un agravante o un gran potencial para generar un TCA. Que tu abuela te diga “lo gorda” que estás puede hacer que no te sientas bien con tu cuerpo. Que tus amigos o familiares te juzguen por comer demasiado o demasiado poco puede crear inseguridades y falta de autoestima. Por eso creo que tener la información adecuada para prevenir, identificar y tratar un TCA es muy necesario.

Desde aquí quiero dirigirme al Parlamento de Cantabria para pedir que se inicien campañas de concienciación sobre la importancia que tiene la salud mental y sobre todo que se proporcione información específica sobre los TCA para acabar con el estigma y los prejuicios que rodean a este tipo de enfermedades.