Pregunta para Congreso de la República de Colombia
Soy atleta y receptor de un riñón. ¿Cuándo se incluirá el deporte en los procesos de recuperación de las personas trasplantadas en Colombia?
Hola, soy Luis Hernández, tengo 60 años y hace 17 recibí un trasplante de riñón. Mis dificultades renales eran en parte congénitas y en parte resultado de unos medicamentos desinflamatorios que me recetaron para solucionar una dolencia en los músculos, derivada de mi actividad como atleta. Esos medicamentos, dado que me los administraron en exceso, ayudaron a que mis riñones se fueran secando.
Cuando me dijeron que tenía una insuficiencia renal crónica fue una sorpresa para mí. Primero, porque no sabía que existía; y segundo, porque yo siempre había sido muy activo. Aunque hubo un momento en el que el cuerpo se manifestó: levantarme de la cama me costaba mucho, como si tuviera una gripa terrible. Y en diciembre de 2003, en fiestas navideñas, yo, que siempre me he caracterizado por bailar mucho, no quise moverme. Una hermana me dijo, además, que me veía un color raro en la piel, como amarillento, el color típico de una persona que tiene algún problema renal.
En enero fui al médico para que me revisara, y tuve que insistirle para que me ordenara unos exámenes. Cuando aceptó y le llevé los resultados, se alarmó: mis niveles de creatinina, el compuesto que marca el funcionamiento de los riñones, estaban supremamente altos. Estaba intoxicado, las toxinas se me estaban quedando en el cuerpo. Tenía una pérdida de la función renal muy alta. Entonces me dijo que fuera a la clínica, pero sólo había citas para un mes después. Cuando pasó ese tiempo, me preguntaron por qué no había entrado por urgencias, que había podido tener un infarto. Ahí mismo me remitieron al nefrólogo.
El médico fue muy sincero conmigo al comunicarme la insuficiencia renal que tenía y su gravedad. Yo estaba dispuesto a someterme a cualquier tratamiento, pero él me explicó: "Lo dañado, dañado está. No hay ningún tratamiento. Sus riñones ya no están funcionando". No me ofreció la posibilidad de la diálisis, debido a la cantidad de químicos que entrarían en mi cuerpo y que me degenerarían mucho. Así que me mencionó la opción de un trasplante. Me preguntó cómo estaba compuesta mi familia y, tras hacer indagaciones, definimos que una de mis hermanas podía ser donante. La cirugía fue programada para el 21 de julio de 2004, y fue muy exitosa. Tres meses después ya había vuelto a trabajar.
Mi estado de salud, tras ocho años de trasplante, era óptimo. Los médicos me decían que estaba incluso mejor que ellos. Pero una noche sentí un dolor muy fuerte en el vientre y decidí ir a urgencias a un centro médico. Allí me dijeron que era necesario sacarme la vesícula, y aunque se trata de un procedimiento relativamente fácil, el médico que me atendió me operó con una máquina dañada, hizo un mal movimiento y me perforó una arteria del bazo. Perdí el 75% de la sangre. Tuvieron que operarme y elegir entre sacar el bazo o el riñón. Optaron por el primero, que es un órgano fundamental para evitar infecciones en nosotros los trasplantados. Dos días después, en otro hospital, fue necesario hacerme una transfusión de sangre.
Por todos esos episodios difíciles, empecé a desarrollar ansiedad y tuve que asistir al psicólogo. Allí me dijeron que correr podía ayudarme para mejorar mi salud mental. Y volví a hacer ejercicio, me invitaron a formar parte de la Asociación Colombiana de Deportistas Trasplantados, y aunque en un primer momento lo rechacé, debido a las secuelas del mal procedimiento que me hicieron, al final acepté y con ellos representé a Colombia en los Juegos Latinoamericanos para Trasplantados que se hicieron en Salta, Argentina, en 2018. Allí gané una medalla de plata en 400 metros, que tuvo un significado enorme después de todo lo que había tenido que pasar en los años anteriores.
Considero que el deporte es una herramienta muy valiosa para la recuperación de quienes reciben trasplantes. Por eso, creo que debería haber un patrocinio mayor para los atletas trasplantados que representamos a Colombia, similar al que reciben los atletas paralímpicos (sin ánimo de comparar o menospreciar, desde luego). Pero también creo que desde la parte médica debería haber una educación que fomente el deporte en los procesos de recuperación de los trasplantados. Que haya respaldo de parte del Gobierno y se garantice el acompañamiento de deportólogos. Porque al hacer ejercicio se gasta menos dinero en medicinas y hay más probabilidades de que el injerto funcione mucho mejor.
Por eso lanzo esta campaña: para pedir al Congreso de la República y a las autoridades de Salud que fomenten la inclusión del deporte en la recuperación de las personas que reciben trasplantes en Colombia. Todos podemos apoyar esta iniciativa: si recogemos 350 firmas, será presentada a los políticos para que la respondan en la página de Osoigo. ¿Me ayudas con tu firma? Y después de hacerlo, difunde este testimonio por WhatsApp, redes sociales y todos los medios posibles. Unamos las voces a favor de la salud en Colombia. ¡Mil gracias!