Tener un hijo es una de las cosas más maravillosas del mundo que te puede pasar. Llenas su futuro y el tuyo de planes, actividades maravillosas y escenas cotidianas que se ven rotas de un plumazo cuando en el parto acaba sufriendo una lesión cerebral. 

La discapacidad aparece en tu vida y con ella la perseverancia, el amor, el agotamiento y la frustración que acaban dañando tu salud mental. La única solución que encuentras es acudir al médico, y con el diagnóstico en mano de depresión y ansiedad puestos, esperas meses para la citación con el psicólogo que solo te atiende durante escasos 20 minutos con una conclusión muy clara, mi situación personal no se puede cambiar y lo mejor es que me medique con relajantes musculares para estar más tranquila. 

Me puede explicar entonces cómo en ese estado de “tranquilidad” puedo cuidar y mover a mi hijo si me quedo adormilada. No queremos medicación ni pastillas de las que depender, y por ello realizo esta petición, para que el servicio sanitario conozca que lo que necesitamos los cuidadores, los que cambiamos nuestro tiempo personal para dárselo a esa persona a la que tanto amamos, es que nos enseñen herramientas para identificar, entender y afrontar nuestros sentimientos. Conocer cómo gestionarlos para sufrir lo menos posible y no recaer constantemente. 

Todavía no he salido del duelo que supone saber que tu hijo será una persona dependiente de ti toda su vida. Y este es un camino de constante lucha en el que te sientes muy solo, porque tus amistades, tú familia cambia. Te sientes incomprendido y no puedes permitirte iniciar tratamientos a nivel particular, porque la única economía que tienes se invierte en terapias para ayudar a la evolución de tu hijx. 

Parece mentira que a pesar de todo lo que vivimos hace tres años durante la pandemia, seguimos sin saber y comprender cuál valioso e importante es cuidar de la salud mental de la sociedad actual, para prevenir que la ansiedad y la depresión sigan una lacra invisible de la sociedad.