No sabemos desde cuándo, quién fue y si las imágenes de unas niñas desnudándose inocentemente circulan todavía por la red. Nos atormenta la idea de no saber el recorrido que han tenido, y de si las menores, algún día, tendrán que revivir el sufrimiento que han pasado porque se encuentre al culpable o algún conocido consiga identificarlas. 

Un día de casualidad, localizaron una cámara de vídeo oculta en el falso techo del vestuario cuando se cambiaban de ropa. Lo pusimos en conocimiento del centro, se realizaron las investigaciones oportunas, pero a día de hoy no tenemos conocimiento de mucho más. 

Es por ello que nos indigna ver noticias, con casos como el nuestro, en el que la intimidad de las menores se sigue vulnerando y los culpables quedan prácticamente impunes.

No se dan cuenta de que, para estas niñas, el simple hecho de quitarse la ropa ya les trae malos recuerdos. Su intimidad se ha puesto al descubierto y la desconfianza de tener que bajarse los pantalones simplemente para orinar, ya les puede generar ansiedad, e incluso a la hora de intimar con una pareja. 

No sabemos desde cuándo estaba esa cámara allí escondida, cuál ha sido el recorrido que han podido tener las grabaciones y si se editaron imágenes de ellas. 

Tenemos miedo de que formen parte de la pornografía infantil en internet, y sinceramente, muchas veces no podemos evitar desconfiar de las personas y lugares en los que se cuida a nuestros hijxs. La sospecha es constante e irremediable.

Se robó su intimidad al poner esas cámaras, se ha dañado su integridad moral, pero le peor es pensar que quizá el daño no quedó ahí, que quizá esas imágenes siguen y seguirán circulando.

Por eso pedimos a las instituciones que, más allá de hacer justicia y tomar medidas penales pertinentes, se trabaje para que la protección de nuestras hijas e hijos sea real, especialmente en Internet.