Mi nombre es María y he tenido que sufrir en mis propias carnes el dolor que se siente al perder a un ser querido por culpa de un problema de salud mental. El año pasado recibí la noticia de que la que había sido mi pareja durante siete años se había quitado la vida. Ya lo había intentado anteriormente, pero por suerte llegué a tiempo para impedirlo. Esta vez no pude. 

Me siento abandonada, por la muerte de una persona a la que quería, por el sistema sanitario y por el Gobierno de este país. Son muchas las familias que tienen este mismo sentimiento ya que todavía existe un vacío enorme en cuanto a la atención en salud mental que se cobra la vida de miles de personas al año. 

Cada dos horas y media se suicida una persona en España, cientos de familias comparten ese sentimiento de culpa, frustración y rabia por no haber podido reaccionar antes, pero la culpa no es suya, la culpa es del sistema. ¿Cuándo piensan los políticos reaccionar? Necesitamos un protocolo de prevención del suicidio a nivel estatal. 

Tras la muerte de mi expareja fue cuando realmente logré entender el dolor que ella sentía. Todavía me levanto llorando por las noches, tengo pesadillas y me cuesta conciliar el sueño. Cuando ella se fue, algo dentro de mí se rompió y llegue a pensar en desaparecer. Por suerte yo sí obtuve ayuda a tiempo. Hablé con mi familia y acudí a un psicólogo privado para tratarme, pero hay muchos que no pueden permitírselo. La salud mental no debería de ser un lujo que solo unos pocos puedan pagar. 

Las largas colas de espera, la falta de personal y de tiempo o el aluvión de pacientes son solo algunas de las dificultades que tenemos todavía en nuestro país para acceder a una atención sanitaria de calidad. A pesar de ello los informes indican que la salud mental afecta a un porcentaje muy elevado de la población y tiene un fatal desenlace en numerosas ocasiones, muchas de las cuales se podrían evitar con la atención adecuada. 

Hablar del suicidio no supone un fomento del mismo. Hablar del suicidio evita que una persona quiera quitarse la vida. Debemos de ser conscientes del problema tanto a nivel político como a nivel social, para saber tratar a las personas que estén sufriendo un problema de salud mental grave. Necesitamos distinguir la tristeza de la depresión y la angustia de la ansiedad. Necesitamos un sistema que nos eduque emocionalmente. Una persona sana mentalmente no decide quitarse la vida porque sí.

Gracias a los testimonios de personas como Román Reyes o Carlos Pérez estamos empezando a visibilizar el problema. Por eso desde aquí animo a todos aquellos que sientan este dolor a que lo cuenten a través del hashtag #YoNoMeCallo. 

Quiero hacer llegar esta petición al Congreso de los Diputados para que dejen de silenciar el problema y ofrezcan herramientas para solucionarlo:

• Exijo que se imparta una educación emocional, pido que no se dejen en el olvido a todas aquellas personas que cada día se quitan la vida porque no pueden más… porque no se les ha ayudado o escuchado lo suficiente, porque todos merecemos poder vivir con nosotros mismos... todos merecemos una salud mental digna.
• La sociedad, el sistema sanitario y educativo deben cambiar, las enfermedades mentales llegan sin avisar y si no estamos educados para ayudar a nuestros familiares y amigos las consecuencias son irreversibles.
• Demos visibilidad a este gran problema, necesitamos campañas de concienciación para combatir este gran estigma que es el suicidio.
• Necesitamos la creación de un número de teléfono de atención a la conducta suicida, público, gratuito, accesible y de tres cifras.

Firma, por un protocolo de prevención del suicidio a nivel estatal.