Me llamo Mariluz y junto con mi familia vivimos en Motril, Granada. Mi hijo Carlos tiene 15 años. Un día, en junio de este mismo año, durante la última semana de instituto, se desmayó y perdió el conocimiento. Una ambulancia le llevó al hospital y allí le estabilizaron, pero no le hicieron ningún tipo de prueba más allá de las protocolarias.

Después de unos días, me percaté de que mi hijo empezó a arrastrar una pierna y decidí acudir al hospital de nuevo. Íbamos cada día e insistimos hasta que un día a uno de los médicos le llamó la atención el síntoma que presentaba Carlos. Consideró que tenían que hacerle una resonancia magnética en la cabeza y en la columna porque pensó que podría tratarse de algo neurológico.

Una vez hecha la prueba en cuestión, el médico nos informó que nos derivaban a Granada para que le ingresaran en la unidad de neurología de allí. Le habían detectado bultitos en la zona del cuello que parecían sospechosos. Después de una semana, Carlos entró a quirófano y le hicieron la biopsia. Cuando finalizó la intervención, me informaron de que parecía que lo que habían quitado no era bueno, pero que teníamos que esperar el tiempo que tardaran los resultados de la biopsia para confirmarlo y para definir un diagnóstico.

Finalmente nos informaron de que mi hijo había sido diagnosticado con un Linfoma de Hodgkin en estadio 3A; es decir, bastante avanzado. A partir de ahí, Carlos empezó a recibir tratamiento en Granada. En estos momentos está recibiendo el último ciclo de quimioterapia. Después de esto los médicos que le tratan comprobarán que los tratamientos hayan funcionado avaluando la actividad de la enfermedad y le harán radioterapia.

Mientras dura el proceso de enfermedad, nos estamos percatando de que los padres que tenemos hijos que padecen cáncer estamos desamparados en el ámbito de ayudas económicas; sobre todo si los niños tienen más de 14 años y ya están catalogados como «no pediátricos». Mi hijo todavía está en edad escolar y tiene las mismas necesidades que un niño de menor edad que se encuentre en las mismas circunstancias. Carlos está a nuestro cargo y uno de nosotros ha tenido que dejar de trabajar para, evidentemente, estar con él. Además, cada vez que Carlos recibe tratamiento, nosotros tenemos que hacer un desplazamiento de aproximadamente 160 km hasta Granada. Nosotros no hemos elegido que nuestro hijo se pusiera enfermo y no hay ninguna ayuda económica de la que nos podamos beneficiar.

Es por el motivo presentado que me dirijo a los políticos del Parlamento de Andalucía, ya que son quienes me representan, para que me respondan a la pregunta concreta: ¿Por qué no se impulsan ayudas económicas destinadas a padres que tienen hijos con cáncer aunque tengan más de 14 años?