Me llamo Marta, tengo 29 años y resido en Madrid. Desde joven sabía que era diferente a los demás, pero no sabía el por qué; me costaba muchísimo hacer amigos y siempre he tenido intereses muy distintos a los de las personas de mi edad.

Con 20 años, el médico todavía no estaba seguro de nada; como había tenido una infancia bastante difícil, no tenía claro si se trataba de Autismo. Mi médica consultó con otros especialistas, y finalmente, me dieron el diagnóstico.

Lo más complicado del día a día es tener que acudir al trabajo en transporte público, me agobian enormemente los trenes saturados de gente o que no lleguen a su hora establecida. Hace tiempo, cogía un autobús, pero eso era mucho peor debido a que, en ocasiones, se retrasaba hasta 15  o 20 minutos, era algo totalmente impredecible. Llegué a enviar una queja a Alta, pero ni tan si quiera la leyeron, se limitaron a pedirme los datos personales, algo que me incomodó en gran medida. Otra de mis grandes dificultades para afrontar cada día, es el cansancio constante, especialmente tras pasar tiempo con más gente, hasta el punto de prescindir de prepararme la comida o no ejercer las labores domésticas; compartiendo piso con compañeros, no es beneficioso ni para ellos ni para mí.

Cuando estudiaba en Reino Unido, la sanidad pública me concedió numerosas ayudas; de no ser por ello, probablemente jamás hubiera podido ser independiente y haber conseguido un trabajo. Tras finalizar la etapa universitaria, no he obtenido más ayudas y me he visto obligada a recurrir a especialistas privados, a pesar del alto coste que conllevan.

En España no he requerido demasiadas terapias, pero cuando residí en otras ciudades europeas, como Polonia o Reino Unido, como comenté anteriormente, tuve todas las posibles. Nunca son suficientes, porque con cada pequeño cambio que se presente en mi vida, necesito ayuda profesional para poder adaptarme. Si pudiera establecerme en un entorno más tranquilo, tener mi propia casa, tal vez estaría mucho mejor y más tranquila. Recibo mucho apoyo de diferentes foros y grupos de personas autistas, pero no por parte de mi familia, todavía no aceptan qué soy y cómo soy; lo mismo sucede con mi pareja.

He tenido muchísima suerte a la hora de conseguir trabajo, todas las entrevistas que realicé fueron de forma virtual debido al covid, por ello, nadie ha podido percibir que mi lenguaje corporal es inadecuado. Todavía nadie sabe que tengo autismo. Son muchas las personas con TEA que no han corrido mi misma suerte.

Las personas con Autismo necesitamos visibilidad, que se nos den oportunidades laborales sin tener en cuenta todas aquellas cosas que consideran como “debilidades”, porque tenemos muchos puntos fuertes. Es fundamental la salud mental y que la otorguen e forma gratuita en todos los sitios para que todas las personas, independientemente del nivel económico que tengan, puedan permitírsela