Pregunta para Eusko Legebiltzarra
¿Hasta cuándo vamos a permitir que las personas pongan en peligro su vida como lo hice yo? Necesitamos mecanismos de acogida para las personas migrantes y estos deben venir desde las instituciones.
Soy, Mbaye Babacar Diouf y nací en Senegal, a las afueras de Dakar. A los siete años perdí a mi padre. Mi madre, entonces se tuvo que poner a trabajar para sacarnos adelante a mis otros 4 hermanos y a mí. Yo veía que la situación cada vez era más complicada, sufrimos mucho. Pude ir al colegio y terminar el instituto. Aun así, siempre nos vendían que en Europa solucionaríamos nuestra vida, que era el paraíso. También lo veíamos en nuestro día a día. A las familias que tenían alguien en Europa les mejoraba la vida. Yo también quería eso para la mía, pero el viaje en avión era impensable. El precio no bajaba de los 6.000 euros. No podíamos permitírnoslo.
Era agosto del 2003, mi futuro era incierto, en casa las cosas no cambiaban y veía que tarde o temprano tendría que tomar esa decisión. Me puse en contacto con la gente que organizaba los viajes en patera. Se tenían que pagar 1500€ al contado, yo no los tenía. “Entonces cuando llegues serán 3000€” – dijeron ellos. Acepté.
Tenía 15 años, no podía decirle a mi madre que iba a emprender un viaje en patera porque por muy mal que estuviéramos ella no me iba a dejar salir. Como en esas fechas solía haber torneos de fútbol le dije que iba a jugar un torneo de fútbol con los amigos de la zona a toda ciudad y le pareció bien. Salimos en patera a finales de agosto desde Senegal.
A los cuatro días la patera se empezó a romper, estábamos a la altura de Mauritania. La posibilidad de vivir era mínima y tuvimos que volver a Senegal. Nos escondimos en el bosque porque la persecución policial era brutal. Estuvimos escondidos casi 40 días hasta que arreglaron la patera pudimos emprender otra vez el viaje en octubre.
Fueron 10 días en la mar. 138 personas en la patera. Los días eran largos y las noches interminables y ya sabíamos que era “o llegar, o morir”. Apenas comíamos y bebíamos. El octavo día nos topamos con las pateras que salieron semanas antes que nosotros. Vimos muchas vidas que se quedaron en el camino. Ahí vino el nerviosismo, las alucinaciones, el “no vamos a llegar”… Pero por suerte, llegamos a Tenerife dos días después.
En Tenerife nos recibió la policía y la Cruz Roja. Entonces supe que, si llegaba a un lugar seguro, estudiaría enfermería. Estuve 20 días en el centro de acogida. Como era menor, me llevaron a un centro de menores de Sevilla. Pero yo no podía estar allí, necesitaba trabajar. Necesitaba enviar dinero a casa y pagar mi deuda con los que organizaron el viaje en patera.
Me fui a Valencia a trabajar en el campo. Estuve allí seis meses, durmiendo en la calle de noche y trabajando de día. Conocí a gente que vivía en pisos patera, me uní y empezaos con la venta ambulante. Nos teníamos que enfrentar todos los días a la persecución policial, nos pedían papeles que no teníamos y tuve bastantes detenciones. Estas forman parte de la vida del mantero.
Pasado un tiempo, le pude llamar a mi madre. Ella me aseguró que me había dado por muerto. Salí en agosto y ya era marzo, y cuando alguien desaparece así, se le da por muerto.
Ya era 2006 cuando llegué a Bilbao. Me estaban esperando allí para cobrar la deuda y al final fueron más de 5000€ con todos los intereses. Cuanto más tiempo estaba parado, más incrementaba la deuda. Al final, en 2010, después de mucho trabajo pude pagar la deuda. Ya no debía nada, pero tampoco tenía nada.
En Getxo conocí a un hombre, Juan Antonio Gil, mi salvación. Se interesaba por mi historia, hablábamos y al cabo de un tiempo me ofreció trabajo, estaba reformando la casa. Teníamos una muy buena relación, me fui a vivir con él y conseguí trabajo de camarero. Ahora puedo decir que es mi padre, porque con 22 años me adoptó. Gracias a su ayuda y mi trabajo, con 25 años pude entrar en la universidad y estudiar enfermería en Vitoria-Gasteiz. Tuve mucha suerte de conocer a mi padre, fue un momento clave en mi vida, porque con su ayuda tuve la oportunidad de estudiar lo que quería, mi sueño, ayudar como lo hicieron conmigo en Tenerife. En 2018 acabé la carrera y desde entonces estoy trabajando.
Contando mi historia y con esta petición me quiero dirigir a los políticos del Parlamento Vasco. Lo ideal sería que la patera se quede en el país de origen, que ni pensemos en jugarnos nuestra vida en la mar. Pero desgraciadamente la gente va a seguir viniendo y necesitamos ayuda. Necesitamos que las personas que lleguen al País Vasco tengan sus necesidades básicas cubiertas. La situación que viven los migrantes en el País Vasco no se puede permitir. Necesitamos mecanismos de acogida para las personas que lleguen y esto debe venir desde las instituciones.
El proceso de adaptación en la sociedad de acogida es duro. Ha habido momentos en que me he planteado si merecía la pena seguir aquí o volver a mi país. Por eso, y para que la adaptación sea más fácil, necesitamos ayuda psicológica, ayuda para la formación y búsqueda de empleo. Y necesitamos parar las persecuciones, dejar de criminalizar a las personas que se están buscando la vida como pueden.
Resumiendo, pido al Parlamento Vasco que ponga en marcha mecanismos y ayudas para poder tener una vida digna. Detrás de toda persona hay una historia y unos sueños, y necesitan ayuda para cumplir sus sueños. No podemos permitir que otra persona repita mi mismo tránsito. No podemos dejar la vida de las personas en manos de la suerte. Yo he tenido suerte, pero gran parte de esa gente que se ha quedado en el camino también tenía sueños que cumplir.