Me llamo Òscar y vivo en Masquefa, en Catalunya. Hace cinco años tuve un infarto grave. Estuve cinco días ingresado en el Hospital de Bellvitge. Cuando me dieron el alta hospitalaria, me dijeron que tenía que estar de baja laboral por mi estado de salud. Yo era camionero y unos días más tarde, me anunciaron que me quitaban los carnets, que me darían una paga y que de camionero no podría trabajar pero que de otras cosas a lo mejor sí. Aun así, después de un tiempo, me detectaron fibromialgia y fatiga crónica. Así que no he podido volver a trabajar desde entonces.

Al principio me daban solo el 37% de invalidez. Tuvimos que mudarnos a un sitio donde los alquileres fueran más asequibles. Cuando llevábamos un tiempo en nuestra nueva ubicación, un día me levanté del sofá y me mareé. Fue un mareo diferente, raro, pero no le di importancia. Me senté y al cabo de un rato me pasó. Dentro de dos o tres días se repitió la escena. Yo en aquel momento me había hecho unas gafas progresivas y relacionaba los mareos con esto. Debido al infarto, me hacen analíticas cada cinco meses. Pocos días después de estos mareos, me hicieron y salieron alteradas. Primero vieron que tenía los riñones afectados y repitieron las pruebas. Con las segundas, me anunciaron que tenía que visitarme en el hospital. Me dijeron que me harían una punción en el pecho.

Mi padre falleció de Leucemia. Cuando me dijeron que me harían una punción en el pecho, llamé a mi madre para preguntarle si a mi padre se la habían hecho y me respondió que sí, que se la hicieron dos veces. Entonces, sin tener un diagnóstico médico, yo supe que tenía Leucemia. Fui a hacerme la prueba y definitivamente me anunciaron que tengo Leucemia Mieloide Crónica. Actualmente tomo un tratamiento con pastillas que me deja poco enérgico y que me provoca efectos secundarios como la falta de sueño, la hinchazón en los ojos, el agarrotamiento de los músculos y los tendones, etc. pero yo soy una persona positiva y fuerte. El infarto me hizo cambiar la manera de ver las cosas, así que este diagnóstico fue un golpe duro pero lo he soportado bastante bien.

Yo no puedo trabajar y esto es un problema colectivo en mi casa. Tengo mujer y dos hijos y mi mujer tampoco puede trabajar porque no me puede dejar solo. En estos momentos solo adquiero el 55% de la pensión. Hace poco pedí un aumento y me la denegaron. Pienso que es injusto, ya que yo no puedo trabajar porque estoy enfermo. Es imposible que trabaje porque hay días que me levanto bien pero de repente hay días que no me puedo levantar o noches que solo duermo una hora. Esto se suma al agotamiento físico que me provoca el tratamiento y las otras enfermedades que padezco. En este sentido, pienso que es imprescindible que como responsables políticos tomen la iniciativa de querer garantizar el bienestar y la calidad de vida para todos los ciudadanos. Me dirijo a los políticos del Congreso de los Diputados, para preguntarles, exactamente: ¿Por qué no se establecen unos baremos que avalúen estrictamente la situación de cada persona que no puede trabajar y que determinen lo que necesita adquirir cada uno para vivir dignamente?