Hola, soy Patricia Martínez Martínez, soy estudiante de Educación Social y he sido voluntaria en varias asociaciones para personas con diversidad funcional. Esto me ha hecho más consciente de las barreras arquitectónicas que tienen las personas con diversidad funcional en su día a día. Vivimos en una sociedad que segrega a las personas en base a las capacidades que tienen y la vida está construida para aquellas que estamos dentro de la norma. 

Las personas con diversidad funcional siempre han sido consideradas una minoría, rodeadas de paternalismo y caridad. No son trascendentales a la hora de construir la sociedad y menos las infraestructuras que nos rodean. Parece que todas las personas somos homogéneas y tenemos las mismas necesidades, pero las personas con diversidad funcional son eso, personas que simplemente tienen maneras de funcionar diversas. No podemos vivir en un modelo que normaliza discriminar y segregar a todo aquel que no entra dentro de él. Por eso pienso que, como ciudadanos, nos falta un poco más de consciencia y entender un poco más la lucha y las dificultades que tienen en el día a día.

Por ejemplo, el transporte público es algo necesario para todo el mundo, inclusive para los usuarios en silla de ruedas. La entrada autónoma al metro es lo que buscan para no tener que depender de terceras personas. Pero aquí, en Barcelona, todavía hay paradas de metro como Urquinaona que, pese a ser céntricas, no tienen ascensor. Además, el hueco que hay entre el andén y la entrada al vagón no tiene una buena adaptación, por lo que no permite la autonomía. 

Cataluña es la segunda Comunidad Autónoma, tras Andalucía, que más personas con diversidad funcional tienen. Un 16,8% de la población tiene discapacidad según una encuesta del INE reflejada en el informe Olivenza 2020-21, lo que significa que estamos limitando a muchas personas. Por ello quiero dirigirme al Ayuntamiento de Barcelona. La gente necesita el transporte público, por eso es necesario que haya una adaptación idónea y que se investiguen propuestas reales para las personas en silla de ruedas y personas invidentes, tanto en el transporte como en la vida diaria.

Lo importante es que las personas con diversidad funcional puedan hacer cosas solas, que tengan esa independencia. Las instituciones deben enfocarse en potenciar las capacidades que tienen y dejar de segregar en función de las necesidades. Se debe poner en marcha un plan de estructuración real y adaptarlo, empezando por el transporte público.Una persona en silla de ruedas, por ejemplo, es súper independiente para ir a muchos sitios, pero no puede por las diferentes barreas que hay. El hecho de no poder coger el metro o no poder pasear por la calle sin toparse con obstáculos arquitectónicos les retiene en sus hogares. No pueden salir, no pueden tener relaciones sociales. Se encuentran confinados y sin poder hacer una vida normal, y con ello con la incapacidad de tejer redes sociales, necesarias para cualquier persona.