Pregunta para Parlamento de Catalunya
Sufrí bullying porque la medicación que tomaba tras mi trasplante de hígado afectaba a mis dientes. ¿Qué medidas están tomando en los colegios para concienciar sobre realidades como la mía y así fomentar la empatía y prevenir el acoso escolar?
Me llamo Pilar, soy de Rubí (Barcelona) y recibí un trasplante de hígado cuando era pequeña. Todo empezó en el nacimiento, cuando vieron que había nacido sin vías biliares. A los cuatro meses me hicieron un Kasai, una cirugía que consiste en unir el hígado con el intestino delgado, lo que permite la salida de la bilis desde el hígado.
Esta técnica funciona con muchos niños, pero en mi caso no fue así, y tuvimos que recurrir al trasplante de hígado. Estuvimos en lista de espera, yo cada vez estaba más amarilla e iba empeorando, hasta que finalmente fui trasplantada en enero de 1992, con tan solo dos años. Por supuesto, yo no recuerdo nada, pero mi madre siempre me lo ha contado.
Empecé el colegio en 1º de Primaria, ya que hasta entonces estaba ingresada muy a menudo y no podía asistir a clase. Allí empezó una etapa muy dura de mi vida, ya que sufrí bullying durante toda la Primaria. Hay casos de niños trasplantados que han sufrido acoso por su cicatriz, pero en mi caso no fue por eso. Es más, nunca tuve ningún problema con ella, y ha sido más bien en la adultez que me he encontrado en situaciones incómodas, por gente (también adulta) que ha hecho algún comentario muy inoportuno.
Lo que me pasaba de pequeña es que, a causa de la medicación que tomaba, mis dientes eran pequeños, verdosos y tenía una sonrisa gingival. Por eso mis compañeros de clase se estuvieron riendo de mis dientes durante años. Llegué incluso a sufrir agresiones físicas, hasta que llegó a un punto en la ESO en el que me reboté y, con el tiempo, la cosa fue calmándose.
Recuerdo un día en la ESO que un profesor estuvo hablando de enfermedades de diferentes órganos. Cuando habló del hígado, me ofreció explicar a la clase mi historia. Todos se quedaron con la boca abierta. Incluso algunos de los que me habían hecho bullying en Primaria vinieron a pedirme perdón. Decían que eran niños y no eran conscientes de todo lo que había detrás.
Si esta charla la hubiésemos tenido en Primaria, creo que me habría ahorrado muchos problemas a mí y a muchos otros que han sufrido acoso escolar, ya sea porque tienen alguna enfermedad, porque tienen una cicatriz, porque llevan gafas, o por lo que sea.
Ante esto, quiero dirigirme a los miembros del Parlament de Catalunya, ya que soy de Catalunya y son mis representantes en dicha cámara, para que desde los colegios se tomen más medidas para visibilizar y concienciar sobre diferentes realidades a las que se afrontan ciertos niños, especialmente en Primaria. Así se fomentaría la empatía entre los niños, un elemento imprescindible para prevenir el acoso escolar.
Los niños no discriminan porque sí, sino porque han sido influidos por otros referentes, en muchos casos los padres y madres. Por eso creo que entre estas medidas debería haber charlas tanto para los alumnos como para los padres y madres. Solo así los niños podrán crecer sin prejuicios ni discriminación.