Nacer niña ya te asegura que no vas a tener los mismos derechos que los niños, pero además, puede convertirse en una condena dependiendo del país en el que te encuentres y esto parece haberse convertido en algo insignificante para los países más desarrollados.

Cuando los talibanes llegaron a Afganistán fue como coger un borrador e ir eliminando los pocos derechos que habían conseguido tantas y tantas mujeres de allí (resalto el término “pocos”).

El caso es que como está pasando en otro país, que queda bastante lejos del nuestro, parece que el tema no vaya con nosotros . Lo vimos en las noticias  hace unas semanas y pareció que el mundo resonó por ellas, sin embargo, pasaron los días y esos gritos se iban convirtiendo en susurros. Y los países que tienen el poder de ayudar, de dar voz a todas estas personas que sufren de manera injusta, miran hacia otro lado.

Lo hacen aún sabiendo que las mujeres afganas han perdido el derecho a pasear en público, que pueden ser torturadas, azotadas o apaleadas hasta morir simplemente porque se considere que han hecho algo “mal”. Aún sabiendo que se quedan sin trabajo, sin educación, sin sanidad, sin voz.

La costumbre de escuchar estas historias de los países subdesarrollados hace que no pensemos que suceden en el mismo mundo que habitamos y, siento decirles, para sorpresa de muchos, que no es así. Están en nuestro mundo, merecen nuestra ayuda y nos necesitan más que nunca.

Por ello, pienso que lo primero que deberían hacer las potencias mundiales es intervenir, porque igual que se tiene mucho poder para algunas cosas más superfluas, se tiene para solucionar aquellos problemas que verdaderamente importan.

En Afganistán, las mujeres están desamparadas, anuladas completamente, desesperadas por salir de allí y buscar un futuro mejor, para ellas y para sus hijas e hijos.

¿Qué harías tú si te encontraras en su situación? Y la pregunta clave: ¿Qué te gustaría que hicieran por ti?

Tenemos la obligación de luchar y trabajar por un mundo basado en la igualdad de derechos para todas y todos, un mundo con las mismas oportunidades, pero, sobre todo, estamos en la obligación de hacer que todos los países subdesarrollados, a los que nos tienen acostumbradas a llamas “del tercer mundo” cumplan con los derechos humanos. Por una vida digna para todo el mundo, con especial mención para las mujeres afganas, que ahora necesitan todo el apoyo y ayuda posibles. 

La pregunta que lanzo ahora a las instituciones españolas es: ¿Van a hacer algo para ayudar a las mujeres afganas que se encuentran atrapadas en su país?