Mi nombre es Rocío, tengo 24 años y a los 18 me diagnosticaron depresión. Lo cierto es que desde los tres años he sufrido acoso escolar tanto físico como verbal, maltrato de mi padre y fui victima de violación a los nueve años. Viví cosas horribles que me dejaron secuelas para toda la vida.

A los 18 me fui de mi casa, busqué ayuda y pude recurrir a la seguridad social para atenderme con una psicóloga. Pero, lamentablemente, en muchas ocasiones me encontré con destrato y mucha falta de empatía por parte del personal de salud. La primera psicóloga me dijo que lo que yo tenía era un retraso mental, sin siquiera hacerme un estudio. Pasé por muchos psicólogos y psiquiatras hasta llegar dónde estoy hoy.

En dos oportunidades me ingresaron porque tuve crisis graves, en una de ellas traté de suicidarme. Lo cierto es que tengo depresión mayor y las medicaciones que me recetó mi psiquiatra actual no funcionan (he llegado a tomar 15 pastillas por día). La psiquiatra ha dicho que quizás el tratamiento de esketamina funcionará conmigo, es un medicamento que fue aprobado en varios países, pero que en España aún no porque es un medicamento bastante caro. Además, también sufro insomnio y la medicación disponible en España tampoco me funciona.

La depresión y el suicidio existen, y aún así, profesionales de la salud mental minimizan nuestro sentir. Por ejemplo, yo tengo asma grave y piensan que les miento cuando me siento mal por dicha enfermedad, teniendo en cuenta que me dan inyecciones cada dos semanas desde que tengo trece años.

Necesitamos que se promulgue la investigación e que ingresen nuevos tratamientos de salud mental en España. Nuestro bienestar es un derecho. Necesitamos ayuda y que las citas con psiquiatras y/o psicólogos no sean cada tres meses sino que semanales o en su defecto quincenales. Recurrí a la salud mental porque quiero que me ayuden a salvar mi vida, la frecuencia y el buen trato es importante. 

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