Soy Rosi, tengo 22 años y a los 12 me diagnosticaron de leucemia linfoblástica aguda. 

Sufrir cáncer siempre es una situación complicada, llena de dudas y miedos, una experiencia vital difícil de digerir. Cuando esta situación te sucede siendo joven, es aun peor. 
 

Hay ciertas cosas que son diferentes a cuando tienes cáncer siendo adulto. Por ejemplo, yo tuve que repetir dos cursos en el colegio porque no podía seguir las clases porque no tenia ganas ni concentración para seguirlas. Aunque mis compañeros venían a verme siempre que podian. 
A esa edad también llevé muy mal que se me cayera el pelo. Pensaba que todo el mundo me miraba porque no tenía y porque tenia la cara muy hinchada por la medicación. Después me di cuenta de que todo estaba en mi cabeza y empezó a darme igual poco a poco. 

 

Cuando eres joven, obviamente tus padres son tu pilar fundamental, durante la enfermedad, muchísimo más. Estuvieron conmigo día y noche, y tuvieron un papel clave en mi recuperación, aun recuerdo perfectamente como me llevaban comida a escandidas a la habitación de aislamiento. 

Muchas veces a los niños y jóvenes que luchamos contra esta enfermedad, se nos trata de ocultar información para alejarnos de lo que nos está pasando. Pero esto puede llevar a que desconfiemos de lo que nos cuentan los médicos e incluso de lo que nos cuentan nuestros familiares. 
Yo me levantaba todos los días pensando que algo podía ir mal y al día siguiente no estar aqui. Con el tiempo me di cuanta que la palabra cáncer no tiene porque ir asociada a la muerte. 

Es necesario que los adolescentes tengamos un espacio seguro en el que plasmar nuestros miedos, inseguridades, dudas, y que estas sean respondidas conforme a nuestra madurez y momento actual. No saber puede causarnos mas temores. Necesitamos visibilizar que esta enfermedad afecta a personas jóvenes que tienen unas necesidades diferentes de las necesidades de los niños, y diferentes de las necesidades de los adultos.