Pregunta para Asamblea de Madrid

La infertilidad es una enfermedad que afecta a todos los planos de la vida, ¿por qué no se realiza un acompañamiento terapéutico durante el proceso?. Se necesita apoyo socio emocional y no solo técnico para una atención reproductiva de calidad.

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Sara Bermúdez Pregunta de Sara Bermúdez

Me llamo Sara y tardé 8 años en poder conocer la cara de mi bebé. A los 40, conseguí ser madre como lo considera la sociedad, pero yo ya me sentía así desde el primer día que inicié su búsqueda. Un largo proceso en el que he vivido pérdidas, encontrado obstáculos y sentido emociones que jamás pensé sentir.

La infertilidad está considerada como una enfermedad, pero los medios en la seguridad social son mínimos y las listas de espera interminables. No te explican ¿por qué no te quedas embarazada?, ¿por qué sí me quedo, mi embarazo no llega a término?, y es necesario pasar por tres abortos para que se empiecen hacer pruebas más exhaustivas. Los casos de alta complejidad no se resuelven. 

Parece que el querer ser madre se convierte en un capricho, en un artículo de lujo. Y un proceso que debería ser bonito, puede convertirse en un infierno por el sufrimiento físico y socio emocional que conlleva. Por ello es tan necesario un acompañamiento terapéutico, que se cuide al paciente durante el tratamiento, como en otras patologías, y se le guíe.

Ante estas carencias, con mi experiencia laboral (bagaje en salud mental), y todas las vivencias socio emocionales adquiridas en estos ocho años de tratamientos de infertilidad. He conseguido ayudar a otras mujeres y parejas en esta búsqueda de un hijo, realizando un acompañamiento terapéutico en infertilidad, ofreciendo así, un soporte integral específico y transformador, vital en procesos de este tipo, que a mí me hubiera gustado tener durante todo momento.

Un experto en salud mental que comprenda lo qué es este proceso: vivir la incertidumbre, la soledad, los pinchazos, sufrir un subidón de hormonas, o el duelo constante de perder la oportunidad de cumplir tú mayor deseo, ser madre. Este acompañamiento me hubiera ayudado a llevar el proceso de otra forma,  porque me habría sentido comprendida, asesorada y guiada. Tener a alguien disponible en cualquier momento para cualquier duda, y ahora esa persona soy yo, saber_fertil.

Ofreciendo apoyo socio emocional desde la experiencia de esta, mi historia.

Tuve mi primer aborto a los dos meses de búsqueda de nuestro hijo, nuestro primer duelo. Y al año y algo comenzamos a acudir a la seguridad social. Nos derivaron a la unidad de reproducción con cita en 8 meses, y ese día descubrí que ¡estaba embarazada!, pero la evolución no fue bien: Se produjo un embarazo ectópico en el que tuve que tomar dos dosis de metotrexato. Sufrí una experiencia horrorosa, y necesité estar de baja para reponerme física y mentalmente. 

Como la próxima cita que nos daban era para dentro de 2 años, optamos por la opción de acudir a una clínica privada. 

En las revisiones que nos hicieron al principio, vieron que tenía una patología uterina, una trompa obstruida y la otra con hidrosalpinx, pero no le dieron importancia y comenzamos con el primer tratamiento de estimulación. 

  • La estimulación ovárica dura entre 10 y 12 días en que se van realizando revisiones para controlar el crecimiento y el tamaño. Durante este tiempo, se realizan pinchazos diarios, a veces de hasta 3 o 4, que aumentan considerablemente la carga hormonal y les sigue una angustia por saber cuántos blastos sobrevivirán de todo este esfuerzo. (Si de normal, el cuerpo de la mujer crea un ovocito al mes, la estimulación ovárica puede llegar a crear hasta 30, rozando la hiperestimulación y acabando con la tripa llena de moratones)
  • Cuando llegan a la medida adecuada se realiza la punción ovárica con anestesia general para sacar los ovocitos, y los embriones obtenidos, que sobreviven a día 5, se congelaban en mi caso
  • Al mes se hacía la transferencia en ciclo natural o sustituido, en este último caso hay, que volver a hormonarse para engañar al cuerpo.
  • En esa puesta se transfiere un embrión descongelado, y se tenían que esperar 10 días para saber si el resultado era positivo o negativo. Saber si podrías ser o no madre.

Un largo proceso en el que te cuidas como embarazada, pero nadie lo sabe, lo vives en silencio. Tienes que seguir con tú vida normal, pero en tú interior te sientes sola y sufres una espera constante por saber qué pasara, ¿lo estaré haciendo bien?. Todo esto afecta a tú salud mental a tu estado de ánimo y al de tu pareja. 

¡De aquí fijo que te quedas embarazada, todo es cuestión de seguir intentándolo! me dijeron en la clínica, y no, no fue así, cada negativo que conocía era un duelo, y una opción menos de ser madre. 

No lo entendía, y por mi cuenta me hice pruebas médicas por si había algo que no iba bien, una ecografía especial y hasta una dieta fértil. Necesitaba encontrar respuestas de cuál era el motivo por el que no podía tener un hij@.

Hubo hasta 6 intentos de transferencias fallidos, uno de ellos acabó en un embarazo bioquímico, además de varias pérdidas de embarazo natural. Estábamos frustrados porque nuestro deseo se veía truncado en numerosas ocasiones.

Finalmente nos propusieron descongelar los 12 embriones que nos quedaban del segundo ciclo, ¡con lo que sufre un embrión cada vez que se manipula!, y hacerles una biopsia para analizarlos y ver si el problema era de ellos. (Siguieron sin dar importancia a las revisiones previas que nos realizaron)

De los descongelados y manipulados con la biopsia, 10 murieron y solo quedaron dos. Vivimos otra transferencia negativa y nos quedamos con una única opción. 

Eran ya cuatro años en la clínica y necesitábamos saber por qué no obteníamos resultados. ¡Suerte! era su respuesta, ¿suerte?, el factor suerte no existe, hay un motivo por el que ocurre. Pero no, no teníamos a nadie en ese momento que nos lo dijese. Los obstáculos de todos estos años se nos acumulaban y no existía una figura que nos acompañase para asesorarnos y guiarnos, como hago yo ahora en estos momentos de incertidumbre. 

Teníamos que tomar otra decisión, otra que cambiaría nuestra vida. Seguíamos con el deseo de ser padres, pero ¿cuál era el camino exacto?, ¿qué más opciones teníamos?. Tras mucho pensar e investigar, optamos por una ginecóloga de Valencia.

Allí, estudiaron mi caso exhaustivamente, me realizaron muchas pruebas que no habían hecho hasta el momento, y se diagnosticó que la solución para poder quedarme embarazada era realizar una intervención. Había que tratar la malformación uterina que padecía, y que era donde radicaba el mayor problema. 

Así fue, la trompa que supuestamente estaba obstruida, ya no lo estaba. Se quitaron miomas, pólipos y la trompa que tenía hidrosalpinx (ya que podía afectar al embrión). En cuanto al útero, que tenía doble, fue reconstruido para que tuviera mayor capacidad. 

Mí útero era viable para un embarazo, y el único embrión que nos quedaba de la clínica en Madrid, fue trasladado. Un embrión destrozado por la manipulación a la que le habían sometido y que acabó en negativo como me anticiparon. 

Pero esta vez sí me sentía arropada, me dijeron que lo íbamos a lograr y así fue. Una nueva estimulación, y por fín un positivo que llegó a término y que se convirtió en la hija que tenemos ahora. 

A pesar de la alegría, el embarazo lo vivimos con el constante miedo de perder el bebé. El primer trimestre fue crucial porque tuve varios manchados, pero acabó con un final feliz.

Tras ocho años de búsqueda el orgullo personal es muy grande, pero no olvidamos todos momentos de pesadilla que tuvimos: 

  • El no saber si toda la exposición física y moral merecería la pena.
  • No tener una figura que nos comprendiese, que aclarase nuestras dudas y no solo de una forma técnica.
  • Vernos en la obligación de dar explicaciones en el ámbito laboral de algo tan íntimo, para acudir a citas médicas.
  • La sensación constante de sentirse solo, perdido, incomprendido
  • Y eso por no poner cifras a la gran inversión económica que se realiza en todo este tiempo.

En conclusión, la infertilidad afecta a todos los planos de la vida.

Siempre se habla de planificación familiar, de los medios para no quedarse embarazada, de anticonceptivos… pero qué información se tiene cuándo aparece la infertilidad, quién cuida a estos pacientes, les orienta, les explica qué va a pasar a continuación y qué es lo que pueden llegar a sentir.

Me alegra saber que toda esta experiencia vital, de vida, junto con mi conocimiento en salud mental puedo aplicarla en ayudar a parejas y mujeres que sufren por lo mismo que vivimos nosotros. Les veo aliviados, porque sienten que este camino puede ser transformador y saben que cuentan con ese sostén, que les permite avanzar para no rendirse.

Les oriento, les guio, les acompaño en las fases más ansiógenas del proceso, ofreciendo un soporte integral que abarca toda esta experiencia, como terapeuta de infertilidad.

 

 

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