Me llamo Sara, tengo 53 años y vivo en Ourense. Hace dos años, a raíz de uno de los cribados que organiza la Xunta, en una mamografía, me detectaron algo raro. He de reconocer que la obstinación e insistencia de la doctora que analizó mi primera prueba me permiten poder contarlo hoy, porque sino, quién sabe. 

Mi médico no descansó hasta cerciorarse de qué tenía realmente. Me sometí a sucesivas biopsias, no concluyentes, hasta que me mandaron a Vigo a una biopsia más completa, y allí lo vieron. Me detectaron un carcinoma invasivo, de pequeño tamaño y descubierto a tiempo. Al mes y medio me operaron, y a la intervención le siguió un tratamiento de radioterapia y quimioterapia en pastillas, con el que continúo a día de hoy. 

Mi proceso ha sido muy sencillo, todo ha marchado bien, me siento afortunada y no tengo queja. Sí es cierto que los tratamientos son duros de sobrellevar, por los efectos secundarios y los dolores que dejan. Una vez hecha la operación, me he sentido un poco desamparada en relación con el post-tratamiento. Te sientes algo más abandonado porque nadie te da respuestas o soluciones, y parece que todo se reduce a acostumbrarse al dolor, día y noche. 

Pero si de algo he sido consciente, es de lo vital que resulta la detección precoz, así como la implicación de un equipo médico que no cese en su intento de descartar hipótesis. Por estos motivos, desde mi vivencia, me dirijo a los políticos de la Xunta de Galicia, ya que son mis representantes autonómicos, para reclamar que no cese la inversión en detección precoz, y esta se lleve a cabo desde edades más tempranas. Porque sino, muchas podríamos no estar contándolo.