Hola, 

Me llamo Sofía, tengo 24 años y mi madre Yolanda, con 61 años, acaba de ser operada de un cáncer de mama. Somos de Zaragoza. Con 24 años la vida se para en seco cuando recibes una noticia de este estilo. El cáncer llega a cualquier casa y lo arrasa todo a su paso. No importa quién seas ni de dónde vengas. A ti también te puede tocar. Por eso todos debemos estar preparados, pero también por eso todos deberíamos contar con los medios mínimos para poder hacer frente a esta enfermedad. 

Ahora bien, voy a contar la historia desde el principio. Tenemos que remontarmos al pasado 11 de noviembre. Yo quería quitar una de las camas de mi habitación (ya que tenía dos) para poner un sofá. Mi madre y yo estábamos eligiendo el sofá por Internet cuando ella se apoyó en la ventana y se notó un bulto en el pecho. Y os preguntaréis si fue así, de una forma tan cotidiana. Pues sí, el cáncer llega así. Yo le palpé el bulto entonces y ambas decidimos que acudiese al médico. Le hicieron una mamografía y, como a simple vista ya se notaba, decidió acudir a un ginecólogo que le habían recomendado. En torno al 25 de noviembre recibió el diagnóstico: tenía un tumor de crecimiento rápido con 3 ganglios linfáticos. El 10 de diciembre fue operada de urgencia. 

En poco más de un mes sucedió todo. Y, me duele decirlo, pero si no hubiésemos recurrido a la sanidad privada, quizá aún seguiríamos esperando la cita para una prueba de diagnóstico. Por ello, dentro de todo lo malo que nos ofrece esta enfermedad a todos los que hemos convivido con ella, en mi casa miramos el proceso con optimismo. Mi madre se está recuperando muy bien de la operación, y a partir del 11 de enero iniciará el proceso con el oncólogo. 

Esta es mi historia, nuestra historia, pero desgraciadamente es una historia que ha seguido una evolución más rápida que la de otras muchas personas que se ven obligados a combatir la enfermedad. Por ello desde aquí me dirijo a los políticos de las Cortes de Aragón, porque son mis representantes autonómicos, para reclamar que en la seguridad social se intensifiquen las mamografías, y que, además, se realicen a pacientes de todas las edades. Porque el cáncer no se puede evitar, pero las muertes por un diagnóstico tardío sí. 

Una mamografía no puede hacerse cada dos años, al igual que el rango de edad de las campañas de diagnóstico precoz no puede ser tan reducido. Y también aprovecho para hacer otra pregunta a mis representantes políticos: ¿Cuándo se realizarán campañas de promoción acerca de la importancia de palparse las mamas de forma regular? 

El camino ha sido y está siendo duro, pero debo agradecer el inmenso apoyo que estamos recibiendo. Recuerdo el día que mi madre recibió los resultados de la primera mamografía, en la que indicaba “bulto sospechoso”. Llegó llorando a casa y sus palabras eran: “estoy disgustada conmigo”. No dudé un segundo en mi respuesta: íbamos a lucharlo y ahí estábamos para vencerlo. A pesar de todo, y a pesar de temer por su vida, su ánimo ha sido bueno desde entonces. 

Yo soy hija única, mi padre es dependiente y para mí este trago tampoco está siendo tarea fácil. La posibilidad de perder a una madre viene de la nada. Muchas veces pensamos que este trance nunca llega, pero llega. Soy estudiante de Psicología y desde que recibimos el diagnóstico de mi madre, decidí aparcar los estudios por un tiempo, porque iba a acompañarla en este proceso. Debo también agradecer también la labor de la AECC por el apoyo psicológico que me han prestado. Y a la Fundación Mechones Solidarios por brindarme la oportunidad de donar mi pelo, por si llegado el momento mi madre considera que quiere ponerse peluca. 

El apoyo en este camino siempre es de agradecer. No me despido sin pedir de nuevo también su apoyo a las Cortes de Aragón. Si el cáncer no puede evitarse: ¿Por qué no evitamos las muertes derivadas de un diagnóstico tardío?