Pregunta para Parlamento de Canarias
He tenido cáncer en dos ocasiones. ¿Cuándo se van a destinar más recursos a la investigación de esta enfermedad y a la formación de los profesionales sanitarios en valores como la empatía e inteligencia emocional?
Me llamo Susi y he sobrevivido a un cáncer de cérvix y a otro de páncreas.
Hace seis años, cuando tenía 51, empecé a tener sangrados entre períodos y durante las relaciones sexuales. De entrada no le di demasiada importancia, pero finalmente decidí comentárselo a mi ginecóloga. Tras realizarme algunas pruebas, me confirmaron que tenía un carcinoma in situ de cérvix.
A continuación visité a otro ginecólogo, amigo de mi marido, y me dijo que no se trataba de nada grave y que estaba en una fase muy inicial. Me hicieron una biopsia, a raíz de la cual empecé a tener unos dolores tan fuertes que en ocasiones llegué a desmayarme. Al poco tiempo me hicieron una resonancia en la que vieron que el tumor había aumentado y me derivaron a oncología.
Estuve ingresada durante 15 días recibiendo morfina, pues los dolores ya eran insoportables, y me extirparon los ganglios. Una vez recuperada de la operación recibí cinco ciclos de quimioterapia, ocho de radioterapia y cuatro de braquiterapia.
El tratamiento de quimioterapia me dejó destrozada, pero no hizo el efecto esperado. En cambio, la radioterapia sí consiguió necrosar el carcinoma, aunque tuve la mala suerte de que colapsó mi arteria aorta. Me llegaron a decir que me quedaban ocho meses de vida, o 12 si me sometía a tratamiento. En cambio, en las revisiones que me fueron haciendo posteriormente comprobaron que estaba mejorando, hasta que me dieron el alta.
A los dos años de recuperarme, en una revisión, se fijaron en un quiste en el páncreas que ya me habían visto anteriormente, pero sin prestarle demasiada atención. Me hicieron pruebas pero no conseguían determinar qué era, por lo que el médico digestivo valoró la opción de operarme. En cambio, por los riesgos que esta intervención conllevaba, no estaba muy seguro de hacerlo.
Mi padrino, que era jefe de digestivo en otra comunidad, me recomendó hacerlo. Y menos mal, pues resultó ser un tumor maligno. Además, cuando me abrieron, vieron que todo el páncreas estaba destrozado y me lo tuvieron que extirpar, así como un trozo de estómago, parte del intestino y la vesícula.
Afortunadamente la recuperación fue muy buena y, aunque ahora sufro diabetes, no convivo con demasiadas secuelas y hago vida normal.
Si bien no tengo queja de cómo me atendieron los profesionales sanitarios, considero que deberían recibir una formación completa en inteligencia emocional, pues aunque los pacientes debemos estar informados, hay formas y formas de comunicar las cosas.
Con esta iniciativa, pido al Parlamento de Canarias que destine más recursos a la investigación contra el cáncer, al apoyo y a la ayuda psicológica de los pacientes y a la formación de los profesionales sanitarios en valores como la empatía y la inteligencia emocional.