Me llamo Antonio José y vivo en Ibiza. A finales de 2016, me percaté de que tenía un bulto en el cuello. Como no me dolía y no me molestaba, pasé prácticamente todo el año 2017 sin prestarle demasiada atención. A finales de 2017, me fui a Burgos a visitar la familia. Hacía mucho frío y me resfrié. Tuve que acudir al médico estando allí. Cuando me exploró, me indicó que a la que llegara a Ibiza, fuera a visitarme con mi médico de cabecera. Este, una vez nos vimos, consideró que se trataba de un bulto de grasa y en 2018 me lo extirparon. Fue entonces cuando se percataron de que la masa era un tumor maligno que había hecho metástasis.

Me extirparon todo lo que pudieron. Después me sometieron a un tratamiento de radioterapia focalizado que fue muy duro por los efectos secundarios que conllevó. Estuve un año de baja, hasta que me recuperé. Aun así, después de unos meses, durante una revisión rutinaria de control, me indicaron que había aparecido otra manchita, así que decidieron volver a intervenirme quirúrgicamente para limpiar la zona. Cuando, de nuevo, pensaba que todo estaba bien, hace aproximadamente diez meses, empecé a notar que sentía dolor cuando tragaba y que el dolor se extendía hacía el oído. Acudí a diferentes médicos. Fue un otorrinolaringólogo que consideró derivarme con otro profesional de su misma especialidad para que me valorara. Allí me indicaron que tenía dos nuevas masas; una en la lengua y otra en la amígdala. Me operaron de nuevo. Después de la operación, tuve que estar en la Unidad de Curas Intensivas durante tres días y 11 días más ingresado a planta. En estos momentos estoy limpio; acudo cada mes a Palma para que me hagan revisiones rutinarias de control.

He tenido que ir con el logopeda para volver a hablar y estoy trabajando con mi rehabilitación. Quiero demostrar a la gente que se puede. Quiero que mi ejemplo sirva para dar esperanza a todas las personas, adultos y niños, que están pasando por una enfermedad como la mía o similar. Por este motivo, durante una recuperación de la enfermedad previa a una recaída, decidí emprender un reto solidario; subí y bajé a la montaña más alta de Ibiza durante 19 horas con el fin de asimilar el desnivel acumulado a los 8.000 metros; equivalente al Everest. Aunque en 2019 decidí que después de todo lo que me había tocado pasar no podía poner más mi cuerpo al límite, este año me he decidido a emprender otro reto. Sin poder beber ni casi comer encima de la bici, daré la vuelta a la Ibiza para apoyar el proyecto “El descanso del Guerrero” a través de la ONG Proyecto Juntos.

Con esta iniciativa, quiero poner sobre la mesa de las instituciones de las islas la necesidad que hay de que el servicio de oncología se ubique en todas las capitales. En estos momentos en Ibiza nos visitan oncólogos que se trasladan desde Palma de Mallorca días concretos. Si vuelvo a enfermar o si tengo una emergencia relacionada con mi enfermedad tendré que trasladarme. Además, que para garantizar diagnósticos tempranos dando respuesta a los primeros síntomas el hecho de tener que trasladarse no ayuda; de hecho, nos deja desamparados. La última vez que recaí, yo llevaba un mes y medio sin poder comer y me daban pastillas para quitar el dolor. Fue gracias a un otorrino que me diagnosticaron. Lo he pasado muy mal con mi enfermedad, y el miedo de que vuelva es muy duro de conllevar. Creo que el hecho de contar con especialistas que puedan atenderte cuando lo necesitas y proporcionarte un seguimiento en tu misma isla sumaría mucha tranquilidad a todos los pacientes oncológicos.

Es por lo presentado por lo que me dirijo a los políticos del Parlamento de las Islas Baleares, ya que son quienes me representan, para que puedan leer mi historia y para que me respondan a la pregunta: ¿Por qué no se restablece el servicio oncológico público en Ibiza y se mejora la inversión destinada a la investigación del cáncer?