Hola, mi nombre es Uxía, tengo 26 años y soy de Betanzos, pero actualmente estoy trabajando en Coruña. Mi nuevo trabajo, que empezó como una oportunidad que me llenaba de ilusión, se ha convertido en una fuente de ansiedad para mi. 

Día tras día realizo el tramo en autobús entre ambas ciudades, empezando desde mi casa hacia la Estación de Autobuses de A Coruña, y viceversa. Como se pueden imaginar, de por sí puede ser muy agotador. Pero de lo que me gustaría hablar es de la gota que rebalsó el vaso. Desde que comencé a realizar este trayecto en febrero, he presenciado varias situaciones de acoso a chicas en la estación de A Coruña.

La primera vez, alrededor de las 7 de la tarde, en horario de invierno, un hombre de unos 60 años comenzó a hablar a una chica joven que esperaba en la plataforma de salidas. Pensé que todo iba normal, hasta que noté las señales: la chica se veía nerviosa, contestaba en monosílabas y miraba hacia los lados, como buscando ayuda. No me atreví a hacer más que a pararme cerca de ambos, lo que incomodó al hombre que finalmente se fue. Vi cómo la chica lloraba, pero no me animé a hablarle.

No pensé que me tocaría a mi, pero cuando pasó solo pude sentir miedo. Un hombre joven se sentó a mi lado en la banca. Eran sobre las 6:30 de la tarde y al verlo, le sonreí porque parecía un chaval normal. Luego de unos minutos, noté que tenía su mano dentro de sus pantalones. Me empecé a poner muy nerviosa, paralizada y con las manos sudando, no había a donde correr. Aunque lo hiciera parar, aunque lo avergonzara, él ya se había aprovechado de la situación. 

Me dieron ganas de gritar. Miré a mi alrededor y noté que nadie nos estaba mirando. Nadie me podía ayudar. Me levanté y dejé la estación a paso acelerado. Perdí el autobús, pero me dio igual. Solo quería llorar. Llamé a una amiga para poder quedarme en su casa por la noche, no quería volver allí.

No quiero que esto tenga que sucederle a nadie más. Es por ello que me dirijo a los políticos del Ayuntamiento de A Coruña para que se ejecuten sanciones reales en contra de los acosadores. Se debe castigar este comportamiento, y no pasarlo por alto, ya que está en sus manos que no haya una víctima nueva a diario en un espacio tan concurrido como la Estación de Autobuses. Mayor seguridad y vigilancia es lo que quiero para poder volver a sentirme segura yendo a trabajar. ¿Cuándo cambiarán las cosas?