Me llamo Vanessa y he sobrevivido a una leucemia mieloide aguda.

En la primavera de 2018 empecé a sentir mucho cansancio. En un principio, lo achaqué a la vuelta al trabajo tras haber estado cuidando de mi hijo, de casi dos años, desde que nació. La primera semana de junio se me hincharon mucho las encías, por lo que decidí acudir al dentista. Este me recetó antibióticos, que estuve tomando durante 15 días, pero la inflamación no disminuyó y cada vez me encontraba peor.

Una noche me desperté y vi varias manchas rojas por todo mi cuerpo. A la mañana siguiente acudí a urgencias y, tras realizarme un análisis de sangre, me confirmaron que padecía una leucemia muy avanzada. Al día siguiente me practicaron una punción, con la que confirmaron que se trataba de una leucemia mieloide aguda.

A los dos días empecé a recibir quimioterapia. En primer lugar, me administraron siete ciclos de 24 horas, cada uno; y, a continuación, tres ciclos de tres horas. En total, estuve 31 días ingresada.

Pasados tres o cuatro días me realizaron otra punción y, de nuevo, volví a recibir quimioterapia. Durante el proceso tuve una neumonía muy fuerte que me dejó ingresada en la UCI durante varios días. Cuando salí, me realizaron una tercera punción y me confirmaron que ya podían buscar un donante compatible conmigo. 

Por suerte, a los diez días me llamaron informándome de que ya habían encontrado uno y en octubre me pudieron realizar el trasplante de médula.

Si he podido superar la enfermedad y seguir adelante, ha sido gracias a mi donante. Por ello, pido al Congreso de los Diputados que destine más recursos a la difusión de la información necesaria para donar médula, pues se trata de un trámite muy sencillo para los donantes, y completamente decisivo para las personas que, como yo, han sufrido una leucemia.