Pregunta para Junta General del Principado de Asturias
El cáncer de mama te destroza la vida y además te sale caro. ¿Cuándo se invertirá en más investigación, más subvenciones públicas y menos estigmatización?
Hola a todos,
Me llamo Verónica, tengo 35 años, soy de Gijón y me he visto obligada a reiniciar mi vida. A empezar de cero. En otras palabras, el cáncer me obligó a reiniciar, a sobreponerme, a vencerlo y, una vez vencido, a empezar de cero. Por supuesto no es fácil.
El 25 de junio de 2021, cuatro días después del fallecimiento de mi abuela, mientras me duchaba, me percaté de un bulto bajo la axila. No daba crédito y me posé frente al espejo para observarlo. Era muy grande y duro. ¿Cómo podía haber aparecido de un día para otro? Era imposible, me decía a mí misma. Supongo que las idas y venidas de aquellos días difíciles me llevaron a ignorarlo…
Lo comenté con una amiga y ella me instó a llamar a mi médico cuanto antes. Mi médico de cabecera no tardó en llamarme y citarme en cirugía de forma urgente. El cirujano se asustó, e incluso pareció culparme a mí por no haberme preocupado antes por aquel bulto desmedido. Pero, a fin de cuentas, yo tenía 33 años. ¿Quién podría imaginarlo? Me mandó a radiología y allí me hicieron las pruebas pertinentes. Se confirmó que tenía un tumor, aunque una biopsia debía ponerle apellidos, y determinar su malignidad o benignidad. Cuando me tocaban yo ya lo sentía, lo sabía; tenía cáncer. Por ello no dudé en preguntarle a la radióloga el día que me hicieron una resonancia: “Sé que eres médico y puedes acceder al resultado de la biopsia, aunque también soy consciente de que no te pertenece a ti comerte el marrón de comunicarme el resultado, pero yo necesito saberlo para trabajar psicológicamente en ello”, le dije. Estaré eternamente agradecida a ella que, en efecto, fue la primera persona en comunicarme que tenía cáncer.
Fuera del hospital me esperaban mis dos hermanas mayores y mi madre. Saliendo del hospital, trataba de convencerme a mí misma, a mi cabeza, de que tenía cáncer. Cuando las vi pensé “no te puedes caer, no ahora” y entonces lo solté: “A partir de ahora aparte de virgo también soy cáncer, pero no os preocupéis porque esto se va a tratar”, aunque realmente solo deseaba llegar a casa, meterme en la cama y llorar.
Días más tarde se confirmó el diagnóstico: tenía cáncer de mama en estadio IV y finalmente decidirían quitarme el pecho para evitar males mayores. Aun así, debían hacerme un test genético para valorar la opción de quitarme ambos pechos por prevención. Un mes después supimos que el test genético había dado negativo.
Inicialmente, siempre me hablaron de que una intervención y la extirpación del tumor acabarían con la enfermedad, pero no fue así. En la operación vieron que el ganglio centinela estaba dañado, lo que me obligaba a pasar por Oncología. Mi paso por Oncología y una nueva prueba confirmaron que tenía micrometástasis. El camino no terminaba allí entonces, había que seguir y había que tratar algo más.
Yo siempre había acudido a terapia, y durante el proceso me fue más que necesario acudir a mi psicóloga. El cáncer, la falta de un pecho, el desajuste hormonal derivado de los tratamientos, la quimioterapia que no te esperas… Son muchas las cosas con las que debe lidiarse, y tan difíciles… Mi familia también lo necesitó. Yo comprendía que también era muy complicado para ellos, pero los necesitaba empáticos, a mi lado y fuertes. Yo me mostraba fuerte y la gente de mi alrededor también vio eso.
A pesar de todo, parecía tolerar bien la quimio, así que después de la segunda sesión, decidí celebrar una Fiesta de Despedida de Melena con todas mis amigas y personas cercanas. Era una manera de no recordar de forma traumática la pérdida de mi pelo, sino con una sonrisa. Por eso desde aquí quiero gritarles a todas las mujeres que pasan o pasarán por lo mismo que yo que deben sentirse GUAPAS. El hecho de que nos falte un pecho, el pelo o las pestañas no debe impedirnos sentirnos guapas. Tenemos que querernos así, porque seguimos siendo MUJERES.
Sin embargo, la fortaleza no permanece intacta. Las sesiones de quimio, según van pasando, se hacen cuesta arriba. Resumo la experiencia en que el cáncer de mama te destroza la vida y además te sale caro. Paliar los efectos de los tratamientos es realmente costoso y poco subvencionado por la Seguridad Social. Por no hablar de todo aquello que no se ve.
Parece que cuando terminas el tratamiento todo acaba, y vuelves a tu vida normal. Pero no es así. Las secuelas te acompañan y las limitaciones también lo hacen. Yo era peluquera y esteticien, y tengo la movilidad del brazo muy reducida, por lo que me he visto obligada a reinventarme, a empezar de cero, y a estudiar un Grado de Administración y Finanzas. No todo acaba tras los tratamientos, solo entonces llega la patada emocional más gorda.
Y ante todo quiero dar las gracias a mi familia y a mis Mosqueperras por respetarme, por aceptar y participar en mis ideas locas y por demostrarme tanto amor.
Por eso desde aquí me dirijo a mis representantes políticos en la Junta General del Principado de Asturias para reivindicar lo siguiente. Necesitamos más investigación, mayores subvenciones públicas para todo aquello relacionado con la enfermedad y más conciencia ciudadana, es decir, menos estigmatización. ¿Cuándo será esto posible?
Gracias por escucharme,
Espero su respuesta.