Me llamo Vianny y junto con mi hijo Allan, vivimos en Madrid. Allan ahora tiene 11 años y desde 2021, sabemos que es autista. Cuando llegamos de Colombia, Allan tenía dos años y medio y no había ido nunca al colegio. La primera vez ya fue en España, cuando tenía tres años y empezó Educación Infantil. Era la primera vez que se relacionaba con muchos niños en un entorno escolar y fue a partir de entonces, que los profesores se empezaron a fijar en que había aspectos que eran diferentes entre el resto de niños y Allan.

Su profesora fue quién me puso sobre la mesa la posibilidad de que Allan fuera autista. En 2019 empezaron las pruebas en el colegio. Asistían evaluadores que le observaban durante todo el día. También me hicieron preguntas a mí y nos reunimos con ellos en tres o cuatro ocasiones junto con mi madre y con los profesores de mi hijo. Finalmente, en 2021 nos informaron de que Allan es autista, pero que no necesita una atención especial; solamente, adaptación curricular en algunos aspectos. El diagnóstico nos ayudó mucho a entender los comportamientos de Alan y a poder conllevarlos. Sabiendo la realidad, pudimos empezar a conocernos y a tratarnos mejor. 

Uno de los aspectos sobre el que tengo que estar muy pendiente, igual que cualquier otra madre, pero un poco más debido a la condición de mi hijo, es su crecimiento y su paso por las diferentes fases vitales. Ahora mismo, Allan se está acercando a la adolescencia, y eso conllevará cambios sobre los que tendremos que aprender todos. Después de eso, llegará la edad adulta y yo no quiero que sufra. Necesitamos que se trabaje en pro de la inclusión de las personas autistas en la sociedad y no al revés. Las personas “neurotípicas” podemos entender la necesidad en cuestión; las personas autistas, no pueden hacerlo tan fácilmente. 

En relación con lo anterior, necesitamos que se comprenda la condición y que se acepte dentro de la sociedad; queremos que, en los colegios, por ejemplo, se garantice un seguimiento y un mínimo conocimiento de las necesidades especiales que pueda tener un alumno autista, y eso, que se extrapole a otros ámbitos como el instituto o el mundo laboral. 

Necesitamos, también, que, para “surfear” de manera positiva todas las etapas vitales, se ofrezca un acompañamiento psicológico especializado para fomentar un crecimiento concorde con la identificación de las emociones y la posibilidad de aprender a gestionarlas sobre la marcha.

Por todo lo planteado, me dirijo a los políticos de la Asamblea de Madrid. Hay muchas formas de ayudar a dar visibilidad al autismo y a trabajar a favor del bienestar de toda la sociedad. Proponemos que se impulse una formación corta y actualizada periódicamente dirigida a los profesores de los colegios, donde se explique en qué consisten estos trastornos, sus principales características y cómo deberían adaptar sus clases a este tipo de personas. 

El mismo formato de formación, se podría plantear también en los trabajos, así como se ofrecen cursos de prevención de acoso sexual por temas de género en las empresas, que también haya uno sobre la prevención del acoso a personas con trastornos del neurodesarrollo. “El conocimiento, la comprensión y la consiguiente inclusión del autismo en la sociedad, es clave para mejorar el bienestar de todos.”.