Pregunta para Senado

Los ataques de pánico hicieron que mi infancia y adolescencia no fueran fáciles. ¿Cuándo se van a tomar en serio estos cuadros clínicos en los servicios de urgencias? ¿Por qué cuándo se trata de salud mental hay que recurrir a la vía privada?

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Yaiza . Pregunta de Yaiza .

Hola, me llamo Yaiza y escribo este texto en osoigo para visibilizar la importancia de dar acompañamiento psicológico a las personas que sufren ataques de pánico. En mi caso, el primer episodio lo tuve a los 9 años y, entonces, no le dieron la menor importancia porque mi entorno pensaba que era una estrategia de niña para llamar la atención. 

Mi primer contacto con la sanidad pública para tratar estos ataques de pánico fue cuando tenía 14 años. Tuve una crisis bastante fuerte y, estando con mi abuela en la calle, me fui corriendo desesperadamente a urgencias. Mi intención era que me quitaran de la cabeza todo lo que me estaba pasando, porque es un sentimiento de que iba a perder la cabeza de un momento a otro. Cuando llegué a urgencias, me dijeron que tenía que esperar a ser atendida cuando estaba en pleno ataque de pánico. Cuando tienes un episodio de estos, en mi caso, el cuerpo se llega a paralizar y es un sentimiento aterrador porque piensas que tu cabeza se va a otra parte y que no puedes controlar nada de lo que te está pasando. Es imposible explicar con palabras el sufrimiento en el momento del ataque…

Después de atenderme, el médico decidió darme un tranquimazin y así se solucionaba el problema. Pero estaba claro que ahí no estaba la solución. Esto me pasó varias veces, tener ataques y que en atención primaria en urgencias no me atendieran como es debido. Es un trato recurrente porque los problemas de salud mental no se los toman como prioridad. 

En ese momento, llevaba desde los 9 años acarreando con unos ataques de salud mental que habían afectado a mi infancia y a mi adolescencia. Además, tenía la sensación de que nadie me podía ayudar. Cuando por fin me derivaron al servicio de psicología de la sanidad pública, entendí que no era suficiente. Tenía una sesión con la psicóloga una vez al mes y ni siquiera me tranquilizaba después de salir de la consulta. 

Con el paso de los años, a los 18, mi familia y yo decidimos recurrir a la vía privada. Tuve que empezar a trabajar en la limpieza para poder permitirme ir a terapias psicológicas y controlar estos ataques de pánico que me hacían la vida imposible. Aun así mi primera experiencia con la psicóloga privada no fue muy buena. Me dieron el alta enseguida sin darme muchas soluciones.

Desde los 20 hasta los 27 años, sentí que no podía más. Cada vez eran más e iban a peor los ataques de pánico. Llegué hasta el punto de querer acabar con mi vida. Esto es lo que pasa cuando no se pone el foco en solucionar los problemas de salud mental de los ciudadanos, que llega un momento en el que se acabó toda la esperanza. 

Finalmente, encontré una psicóloga que, literalmente, me salvó la vida. Empezó a explicarme qué me pasaba y a enseñarme las herramientas necesarias para gestionar las crisis de pánico. Ahora, puedo decir que vivo un poco mejor, pero solo llevo así un año y todavía me queda mucho camino por recorrer.

Desde los 9 hasta los 26 años, que fue cuando encontré a mi psicóloga, vivía sin saber exactamente qué me pasaba y cómo actuar frente a las crisis de pánico. Creo que la primera vez que acudes al médico por un episodio con este cuadro clínico tienen que saber actuar. Porque el sentirse incomprendido agrava más la situación y hace que más adelante, cuando vuelva a ocurrir lo mismo no pidas ayuda, cosa que puede resultar muy peligrosa. 

Por este motivo, es necesario que todos los médicos de atención primaria, aquellos que te atienden en urgencias, sepan tratar cuadros de ataque de pánico. Es muy importante la reacción inmediata, la empatía y contar con un acompañamiento que transmita seguridad. Por supuesto, es igual de necesario mejorar el sistema de salud pública desde la infancia, ya que muchas personas tienen que hacer esfuerzos inimaginables para pagarse terapias privadas y, muchas otras, no se lo pueden permitir nunca. 

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