El 78 % de las mujeres ha sufrido acoso sexual en espacios públicos. ¿Qué medidas se van a tomar para educar a los niños y las niñas con sentido común y las herramientas adecuadas para acabar con el acoso callejero?

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Me llamo Yolanda Camacho, trabajo como integradora social en un centro público de primaria y secundaria. 

Ver la película de “Moxie” me hizo reflexionar sobre lo mucho que nos queda por avanzar, para poder llegar a una sociedad menos machista y más justa. Por desgracia, socialmente tenemos integrados unas creencias que justifican el acoso callejero que sufrimos las mujeres hasta el punto de que no lo identificamos como tal.

Tanto en mi adolescencia como de más mayor he sufrido acoso callejero en varias ocasiones cuando iba sola o con amigas y, sobre todo, cuando salía a correr por ir en pantalón corto. 

Como consecuencia me he visto obligada a cambiar rutas y horarios, así como evitar salir sola a correr por el simple hecho de ser mujer y tener que evitar exposición y riesgos. Además, salgo a hacer deporte con una alarma avisadora en el llavero porque muchas veces tránsito de noche y mi barrio está poco alumbrado.

Ahora soy más consciente del acoso que sufrí de más joven y que no era capaz de detectar porque no tenía información. Me sorprende que hoy en día, aún estado informadas, hay muchas adolescentes y niñas que normalizan comportamientos machistas que no asocian al acoso callejero. Yo también he sufrido este proceso de cambio y ahora trato de darle la importancia que se merece a este tipo de comportamientos que no son correctos.

El acoso callejero se da por la educación que llevamos recibiendo durante décadas. Ciertas personas (o lo que se considera ser masculino) se han tomado un poder imaginario, basado en conceptos erróneos sobre la mujer, tanto social como físico y se normalizó que nuestro cuerpo también fuera el de ellos y pudieran hacer con nosotras lo que quisieran. Además, parece que cuando se dan episodios de acoso es como si fuéramos nosotras las que vamos provocando.

Y yo no voy provocando por ir con un pantalón corto y una camiseta de tirantes, o el hecho de ir a la playa y no poder hacer toples porque te miran e incluso se toquen. ¿Qué culpa tenemos nosotras de esos comportamientos?

La sociedad sexualiza nuestro cuerpo y nuestra manera de vivir cuando realmente somos creadoras de vida y ciudadanas igual que los hombres.

Los niños y las niñas son personas con voluntad propias y hay que educar en el sentido común. Los colegios y centros de enseñanza deberían se agentes sociales dentro de este problema. Educar en el respeto y la igualdad es cosa de todos. Tenemos que dar las herramientas para que la propia persona sea capaz de decidir y tenga voluntad de escoger el camino adecuado. 

Las estadísticas hablan por sí solas: El 78 % de las mujeres ha sufrido acoso sexual en espacios públicos.

En nuestras manos está que este número baje. El acoso callejero menosprecia a mujeres y hombres de cualquier orientación sexual, cultura y creencia, provocando que ellos mismos duden de sus propias vivencias. El hecho de presenciar una situación de acoso y no intervenir aumenta el trauma de la persona acosada y le hace ver al acosador que su comportamiento es aceptable.

A final, la sociedad es el escenario en el que se plasman los comportamientos que hemos aprendido e interiorizado. Por ello, inicio esta campaña de firmas con el objetivo de dar visibilidad y educar desde pequeños para que los comportamientos como el acoso callejero a las mujeres termine.

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