Pregunta para Congreso de los diputados
Soy ‘Vigilante de la vida’ y trabajo en la prevención del suicidio. Actuamos cuando una persona está a punto de suicidarse o pide ayuda, pero ¿cuándo se va a instaurar una Educación que enseñe herramientas y soluciones para prevenir estos actos?
Hola. Me llamo Yonathan, soy enfermero y quiero visibilizar la promoción de la salud mental y la prevención del suicidio.
Yo realicé el curso de ‘Vigilante de la vida’ y trabajo en el Consejo Sanitarios del País Vasco, donde nos encargamos de la asistencia a pacientes que han realizado actos suicidas. Realizamos un seguimiento y controlamos sus acciones durante las 24 – 48 horas después de su alta.
Este es un protocolo que se ha activado este año y que lleva gestándose durante 5 años. El equipo sanitario de control contacta con los pacientes para ver cómo se sienten y si han vuelto a tener ideas suicidas o a hacerse daño.
Desgraciadamente, a muchos de los pacientes se les da el alta de manera irregular, se elimina su intoxicación y se les deriva a una cita con el psiquiatra en la unidad de salud mental a las 72h, pero esto casi nunca llega a cumplirse debido a falta de personal.
Posteriormente, los ‘Vigilantes de vida’ volvemos a hacer un seguimiento a los 15 días y a los 30 para evitar recaídas, aunque, sinceramente, muchos vuelven a hacerlo. Hace falta mucho personal formado en salud mental ya que los problemas que estamos viendo son muy complejos -problemas económicos, adaptación, etc- y se necesita una atención aún más personalizada. Por norma general, las mujeres suelen pedir más ayuda que los hombres en dichas situaciones.
Nosotros, los ‘Vigilantes de la vida’ no somos profesionales de la salud mental como tal, somos un apoyo para los profesionales especialistas. Nosotros somos el primer contacto que tienen las personas que quieren cometer actos autolíticos y por eso, suelen abrirse mucho con nosotros (a través de llamada telefónica). Todos necesitamos sentirnos escuchados y es una forma de desahogarse, aunque no llegamos a la raíz del problema.
Cada llamada es un mundo porque suelen realizarse en plena crisis, pero nosotros tenemos un ‘plan de seguridad’, un protocolo con el que hablamos con el paciente y hacemos una primera valoración. Este es un protocolo salvavidas. Hacemos 5 preguntas en las que, primero, preguntamos por los desencadenantes que le hacen sentir mal (fechas importantes, fallecimiento de alguien, situación estresante, etc); posteriormente, si son conscientes de lo que les estás pasando por su cabeza y su cuerpo en ese momento; después valoraríamos las cosas que los hacen sentir mejor (escuchar música, estar con amigos, etc); también preguntamos a qué persona o personas de su entorno podría recurrir para pedir ayuda; y por último, informamos sobre los equipos profesionales a su disposición.
Es verdad que, durante la pandemia, nos entraban llamadas diarias, pero ahora, por suerte, se han reducido, aunque sigue habiendo bastantes. Las personas que quieren cometer los actos suicidas suelen hacerlo por diversas razones. En definitiva, nosotros intentamos postergar la situación de la muerte, es decir, les intentamos convencer de que no es el momento para matarse y que lo decidan en otro momento.
Además, por otra parte, tenemos que actuar como bomberos puesto que ‘el árbol que está ardiendo puede quemar a otros’. Esto significa que hay muchos familiares que no saben cómo actuar y es totalmente normal que haya una sobrecarga por parte del cuidador.
Por eso, desde que empezamos con este proyecto, pedimos un seguimiento psicólogo también para los familiares y para nosotros mismos. Nosotros ‘adoptamos’ a los pacientes y las situaciones tan horribles nos las llevamos a casa en la mente porque son personas con las que hablamos durante muchos días e intentamos mejorar su situación, pero eso, a veces, también causa una saturación profesional.
Por todo lo plasmado, lanzo la siguiente petición al Congreso de los Diputados para que haya más visibilidad y más investigación orientada a la salud mental y la creación de nuevos protocolos eficientes.
Hay que visibilizar esta situaciones e intentar reducir los ratios de espera en las unidades de psiquiatra, psicología y asistencia social. Además, hay que formar a los profesionales puesto que, hasta ahora, no se le había dado la importancia necesaria a la salud mental.
Por otra parte, es necesario un protocolo para los profesionales y familiares que cuidan de los pacientes. Todos nos podemos ver saturados por una situación así y es necesario que se nos enseñe a gestionar nuestras emociones. Desgraciadamente, últimamente se están viendo aumentadas las cifras de profesionales sanitarios que también se han suicidado.
Por último, y muy importante, es necesario una buena educación sobre salud mental para toda la población a todos los niveles, no solo en la infancia o juventud, sino también educación a personas mayores. Hay que educar a la población en cuanto a herramientas y solución.
Nos estamos enfocando en si una persona está a punto de suicidarse o pide ayuda, pero deberíamos cambiar la perspectiva y trabajar en cómo actuar y cómo prevenirla cuando el fuego ya está atendido.